Contrariamente a lo que muchos piensan, lo mejor de Dios no son las bendiciones que Él pueda derramar en nuestras vidas, sino su Espíritu
La sanación, bendición financiera, o incluso de la familia, puede cambiar muchas cosas, pero no puede compararse a lo que la persona experimenta con el bautismo del Espíritu Santo, es decir, éste es sin duda el regalo más grande que cualquier ser humano puede recibir.
El Espíritu Santo nos da paz, alegría, seguridad, certeza, fuerza, dirección, y eso el dinero no lo puede comprar, ni la fama conquistar. La persona que no tiene a Dios dentro de sí misma, nunca podrá conocer la verdadera felicidad, ni sostener sus logros.
Puedes recibir muchas bendiciones físicas, tener años en la iglesia y aún así estar vacía, triste, sin rumbo, llena de dudas y lejos de la salvación. Tú has sacrificado y luchado, haces de todo para conquistar, pero lo mejor no lo tienes, así que todo será en vano.
Cuando llegué a la iglesia fui curada, libre de complejos y bendecida en mi familia, fue glorioso todo lo que pasó, es cierto, pero aún faltaba algo, el gran vacío seguía, la tristeza persistía, yo estaba incompleta, porque lo mejor de Dios no lo había recibido.
Los milagros no pudieron suplir lo que el Espíritu Santo suplió, Él y sólo Él vino a transformar todo en mí, Él es el sello de mi salud, estoy seguro con Él y no tengo ningún temor del mal.