En estos cuarenta años de Iglesia Universal del Reino de Dios, aprendí el mayor y más eficaz secreto de la Fe: el sacrificio. No lo aprendí en la Facultad de Teología ni en los primeros trece años de fe. Lo aprendí con el desarrollo de la IURD, ejercitando la fe inteligente, aunque tropezando en sus misterios, algunas veces cayendo en las trampas de la fe emotiva, en fin…
Al Espíritu Santo Le pareció bien conducirme a desiertos para aprender a separar la fe emotiva de la fe racional. Las dificultades del desierto obligan al uso de la Fe inteligente para la sobrevivencia. En la práctica, aprendí que cuanto mayor es el sacrificio, mayor es la firmeza de la fe consciente, y mayores las conquistas. No me acuerdo de haber alcanzado una sola victoria basado en la oración o en el ayuno. A pesar de ser fundamentales en la comunicación con Dios, aun así, tenían que ser acompañados de actitudes, aparentemente, “locas”, impetuosas, pero cargadas de convicción del Espíritu de Dios.
“…Dios es El que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad.” Filipenses 2:13
Confieso que muchas veces estuve aterrado e intenté retroceder. Como era demasiado tarde, tuve que ir hacia adelante. No había otra elección. Si no hubiera sido por la dirección del Espíritu del Todopoderoso, ciertamente, hubiera estado perdido.
Estoy seguro de que ningún héroe de la fe de la Biblia fue valiente por sí solo. Al contrario, su audacia y coraje vinieron de Aquel que operó en ellos tanto el querer como el hacer.
El sacrificio confirma la fe y estimula el coraje del sacrificante. Que lo diga Israel. En el pasado, antes de salir a la guerra, los sacerdotes presentaban sacrificios a Dios. Tales sacrificios no tenían nada que ver con el perdón de pecados. Eran sacrificios de acciones de gracias o gratitud anticipada por la victoria sobre los enemigos. Vestidos de la armadura de la fe de que el Señor de los Ejércitos estaba con ellos, los soldados se lanzaban contra los enemigos sin la mínima preocupación de su poderío militar. Los sacrificios eran una señal de la alianza con el Todopoderoso y, consecuentemente, la certeza de la victoria.