“Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Gedeón, y cuando éste tocó el cuerno, los abiezeritas (coterráneos de Gedeón) se reunieron con él”. Gedeón había puesto su vida en el altar representada por un verdadero sacrificio. Había tomado lo que Dios le había pedido, el toro, el patrimonio más preciado de su familia, había levantado un altar y derramado en él hasta la última gota de su sangre. Gedeón presentó un sacrificio verdadero, no uno a medias, y como respuesta el Espíritu de Dios lo poseyó por completo.
Cuando una persona hace un verdadero sacrificio termina poseída por el Espíritu de Dios y por eso el mal no resiste, cae de rodillas y sale de sus caminos.
Cuando Gedéon sacrificó, no era una persona conocida, era un cero a la izquierda, pero cuando el Espíritu de Dios vino sobre él, Gedeón pasó a tener voz, a ser reconocido por sus compatriotas, y se sometietron a su liderazgo. Como dice el versículo, cuando él tocó la trompeta todos los hombres de Israel se acercaron a ver qué necesitaba.
“Y el Señor dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado” (Jueces 7:22). Quien sacrifica es guiado por la voz de Dios. Él guía a los que sacrificaron hacia la victoria.
Los hombres que fueron a la plaza eran 32 mil, pero 22 mil asumían que tenían miedo y no podían formar parte de ese ejército. ¿Dios puede trabajar con personas con miedo, que no están dispuestas a luchar? No, Él trabaja con hombres y mujeres de verdad, que aunque tengan pocos recursos o se sientan limitados, creen en la grandeza de Dios.
Quedaron sólo 10 mil hombres dispuestos a guerrear, pero Dios no piensa como el hombre, Él tiene su propia forma de arreglar las cosas: “Y el Señor dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los probaré; y del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya contigo, el tal no irá”, (v. 4).
Cuando una persona se decide a sacrificar y se dispone a poner su vida en el altar, no es por el mensaje del pastor, quien escoge a los que van a sacrificar es el propio Dios.
“Entonces llevó el pueblo a las aguas; y el Señor dijo a Gedeón: Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. Y fue el número de los que lamieron llevando el agua con la mano a su boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las aguas.”, (v. 5, 6). Era maravilloso estar en la fuente, hacía muchos años que no podían acercarse a las aguas sin temer a sus enemigos, pero esos 300 sabían que más adelante Dios les iba a dar más, eso era lo que simbolizaba la actitud de llevarse el agua a la boca y seguir mirando al frente.
Los que se acostaron para beber representan a los que están en la iglesia y se acomodaron porque ya recibieron alguna respuesta.
Los 300 querían más, no se detuvieron, creían que Dios tenía mucho más preparado para ellos. Necesita creer que Dios tiene mucho más preparado para usted. Dios puede darle todo. Él es grande, y hace cosas grandes, pero no lo hará por los que se quedan relajados en la fe. La vida con Dios es como andar en bicicleta, si uno se detiene, se cae. Lo que nos mantiene avanzando es pedalear, entonces pedaleemos, para que no seamos reprobados en la fe.
“Entonces el Señor dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar”, (v. 7). Allí nacieron los 300 valientes de Gedeón. ¿Usted quiere formar parte de estos 300 valientes? Tome su espada, su escudo y siga adelante, hay mucho más para conquistar.
Lo esperamos mañana 17 de julio a las 7:30 y especialmente a las 9:30 con el Obispo Silva en Av. Corrientes 4070, Almagro. O en el Cenáculo del Espíritu Santo más próximo a su hogar.