Abraham no salió de Harán festejando o loco por enfrentar los desafíos que le esperaban hasta llegar al lugar que Dios le mostraría.
Los días fueron de aprieto, de exigencias. Imagínese a su padre diciendo: “Ya perdí a un hijo, ahora voy a perder otro”. Él venció todo, todos los conflictos y obedeció.
Los días que antecedieron al sacrificio vicario del Señor Jesús fueron de guerra. Veamos en Lucas 22:41-44:
“Y Él Se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, (…)”
El sacrificio separa a la persona de los demás. Es individual.
“(…) diciendo: Padre, Si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya.”
No acepte la acusación del diablo diciendo que usted es débil debido a los conflictos. La guerra sucede con todos, lo importante es hacer la voluntad de Dios.
“Y se Le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.”
El ángel no vino a librarlo del sacrificio, sino a alentarlo, a fortalecerlo.
“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era Su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.”
Los días que anteceden al sacrificio producen agonía, pero por pensar que no es necesario vivirlos intensamente, muchas personas son llevadas a la frustración y al engaño.
Quien recibió la revelación del Altar, enfrenta el dolor del sacrificio y recibe la imagen de Dios, dejando de vivir el dolor de la imagen del fracaso.