Muchos son llamados para llegar al Altar, pero pocos son los escogidos para subir a Él. La característica de un escogido es la fe, la convicción, la certeza… Y el Operador de la fe en el interior del escogido es el Espíritu de la Fe, el Mismo Espíritu del Altar. A partir de entonces, los sueños y los proyectos brotan del más profundo ser.
A quien está embebido del Espíritu de la Fe no le preocupa el sacrificio en el Altar porque está convencido de que del Altar vendrá lo mejor (1 Corintios 9:13).
Los sueños de la fe solo se realizan mediante el sacrificio. No sirve de nada la condición de pastor, obispo, esposa o pariente de obispo. En el Reino de Dios no hay quien recomiende. Quien quiere realizar el sueño de la fe tiene que subir al Altar y sacrificar.
Claro, mientras la persona esté dispuesta a administrar problemas o a esperar más tiempo para realizar sus sueños, no puede ni debe intentar andar en el camino de la Fe.
Sin embargo, a los que se encuentran en los límites de la desesperación y ya no tienen más dónde ni a quién recurrir, solo les resta entonces una única alternativa: subir al Altar y sacrificar. Quien tiene fe para subir y sacrificar tendrá fe para realizar sus sueños.