“La que cayó entre espinos, estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.”
(Lucas 8:14)
Los afanes de este mundo son las situaciones que enfrentamos todos los días. Surgen a todo momento y exigen nuestra atención. La semilla de la Palabra de Dios puede ser sofocada por esas situaciones cuando desviamos nuestra atención de ella y nos concentramos en los problemas. Y no solamente en ellos, pues las riquezas y los placeres de la vida también pueden desviar nuestra atención. Esas cosas aparentemente buenas pueden ser como espinos para sofocar a la Palabra de Dios y, poco a poco, matar su fe.
Note que la semilla llegó a brotar, a crecer e incluso a dar frutos, sin embargo esos frutos no llegaron a madurar. O sea, se volvieron inútiles, incluso habiendo sido originados por la buena semilla de la Palabra.
Por eso, todo cuidado es poco. Si esos espinos existen adentro de usted, deben ser arrancados para que no ahoguen lo que podría producir frutos de cambio para su vida. Justamente los frutos que usted quiere. Justamente los frutos que podrían ayudarlo a lidiar con esos problemas circunstanciales. Frutos que también podrían servir para mantener y administrar correctamente las riquezas adquiridas. Frutos que traerían deleites verdaderos y duraderos, para substituir a los placeres pasajeros de este mundo. Sacrifique su voluntad de concentrarse en los problemitas circunstanciales o de dejarse llevar por los placeres de este mundo. Invierta en la práctica de la Palabra de Dios, perseverando en la fidelidad y en la fe para que frutos maduros puedan ser cosechados en el tiempo indicado.
Vigile, para que los espinos de las preocupaciones y de los sentimientos no ahoguen su fe.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo