Tienen familia, salud, matrimonio, dinero… Pero, en realidad, son verdaderos mendigos, pues la mayor riqueza de todas está fuera de su alcance.
Con el uso de la Fe pueden ser curados, realizados sentimentalmente, prósperos, respetados, tener la familia unida… O sea, pueden casi todo, sin embargo eso no significa que, teniendo todo eso, van a dejar de ser “mendigos de la Fe”.
Pero, ¿quiénes son estos “mendigos de la Fe”? Son aquellos que tienen Fe, la usan, conquistan, pero no tienen el Espíritu Santo. Por eso son “mendigos”, son criaturas, no pasan de ser niños en la Fe y no son Hijos de Dios aún. Lamentablemente, hay muchos “mendigos de la Fe” en las Iglesias, que, aparentemente, tienen todo, pero les falta lo Esencial.
Ahora, el Hijo de Dios es diferente… Brilla. Y porque brilla, sus vestiduras resplandecen. ¡Y aunque en la actualidad no tenga una familia unida, el matrimonio de sus sueños, fama, prosperidad, una vida sentimental realizada, pero, porque Brilla, es Hijo, es diferente y marca la diferencia! Y porque es Hijo, tiene la más plena condición de que todo lo que Dios Prometió, tal como dijo Jesús: “todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33), se va a cumplir en su vida.
¡Los “mendigos” que comenzaron por ser “niños”!
Cuando vaya a un shopping, fíjese en los niños. Hacen berrinches, quieren golosinas, juguetes… Quieren un montón de cosas de las que no tienen necesidad. Inclusive, muchas de esas cosas no van a tener ninguna utilidad, y pueden incluso poner en riesgo su salud y su seguridad.
Por su parte, el padre y la madre, que son adultos, maduros, cuando van al shopping, van con un objetivo, saben lo que necesitan adquirir. El niño quiere cosas que son atractivas a sus ojos, porque no tiene discernimiento, madurez para eso. Por eso es comprensible que nosotros, como adultos, tengamos que ayudarlos, protegerlos, pues no podemos darles lo que quieren, sino lo que necesitan. ¡Este es el buen padre, esta es la buena madre!
¡Y en la Iglesia no es diferente! En la Iglesia hay muchos “niños” que quieren todo: la vida sentimental realizada, la prosperidad, la familia, la fama, la vida económica exitosa, el bautismo con el Espíritu Santo – y todo a la vez. ¿Y qué es lo que sucede? No reciben nada… Por eso, Le hacen berrinches a Dios, afirmando: “Si Tú no me bendices, ¡me voy de la iglesia!”. Cuando la realidad es que Dios ya las Bendijo, pero, por su infantilidad, no lo logran ver, reconocer. Estos son aquellos que se olvidan de que Dios no nos necesita a nosotros, sino que nosotros dependemos de Él. Dios nos quiere moldear, quiere hacernos útiles para servirlo, pero, para eso, tenemos que estar de acuerdo, alineados con Su Palabra. De lo contrario, Él no lo hará, ¡incluso Queriendo! ¿Y por qué? Porque Él no le impone Su Voluntad a nadie.
Existen muchos “niños en la Fe”, para quienes el tiempo pasa, envejecen, pero continúan siendo infantiles.
No es raro que observemos a hombres de 25, 30 años, con una mentalidad infantil. ¿Y por qué? Porque en la infancia los padres no los formaron, no les mostraron las dificultades: les facilitaron las cosas.
Antiguamente, los niños de 10, 12 años, ya tenían responsabilidades, exigencias, orientación: comenzaban a trabajar desde chicos, y, a veces, no era ni siquiera por la necesidad económica, sino por la educación rígida. Los padres les enseñaban desde temprano a trabajar, a valorar; no les facilitaban nada, justamente para que el niño madurara rápidamente, para que estuviera dos pasos adelante.
Y espiritualmente eso también debe suceder (por eso en la Universal somos y Disciplinamos a los visitantes en la fe consciente), porque si no la persona permanece 2, 3 años en la Iglesia y continúa siendo un “niño en la Fe”. ¿Tiene Fe? ¡Sí, tiene! ¿Es bendecida? ¡Sí! Pero es “mendiga”, porque no tiene el Espíritu Santo. Y sin el Espíritu Santo no se madura, no se desarrolla.
El maduro en la Fe
Cuando la persona es madura en la Fe, sabe lo que quiere, es definida. Pero, ¿tiene necesidades? ¡Sí, tiene! El Propio Señor Jesús dijo que sabe de todas ellas, pero también añadió:
Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Mateo 6:33
Entonces, ¿por qué priorizar al Espíritu Santo? Porque con el Espíritu Santo, la persona deja de ser un “mendigo de la Fe”. Sin embargo, es la propia persona que tiene que aceptar ser “niño” o “maduro en la Fe”. Pues, aunque usted no tenga todo lo que necesita y quiere, ¡si es bautizado con el Espíritu Santo, entonces, está lleno, es morada de Él, e Hijo: madura, se desarrolla y “todas estas cosas os serán añadidas”!
Colaboró: Obispo Júlio Freitas