Leé este mensaje especial y aprendé más al respecto
Ser un seguidor o un discípulo del Señor Jesús tiene sus diferencias. Mientras uno solo busca el favor y amparo de Dios; el otro prioriza seguir Sus pasos, depositando su total empeño en la construcción de una relación íntima con el Altísimo. Y son exactamente estas diferencias que los nacidos de la carne tienen con los nacidos del Espíritu, es decir, los escogidos.
Lo que necesitás saber:
Ser un escogido por Dios, sin lugar a duda, tiene sus privilegios, como tener Su paz, dirección y, sobre todo, la Vida Eterna. Estos «bienes» son eternos, innegociables y superiores a cualquier riqueza o reconocimiento que este mundo puede ofrecer. Y, aunque muchos consideren que son inalcanzables, conquistarlos no exige nada más que sembrar. Mirá lo que dice la Palabra al respecto:
«Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará Vida Eterna», Gálatas 6:8.
«El principio de la siembra es usado para mostrar cómo el Dios Eterno retribuye a los que andan en el Espíritu y a los que andan en la carne. Este principio sirve como advertencia para mostrar que el hombre tiene la libertad de elegir lo que siembra, pero no debe olvidarse de que su cosecha corresponderá con lo que sembró. Es imposible que alguien siembre corrupción y mentira y coseche la vida eterna, así como es imposible que el hombre siembre fe y fidelidad y coseche condenación», aclaró el obispo Macedo en sus anotaciones de fe de la Sagrada Biblia.
Conclusión:
Una fe basada en el deseo de los propios anhelos se vuelve frágil y pasiva ante las dificultades, capaz de poner no solo la vida de alguien en riesgo, sino su Salvación. Ahí está la importancia de tener el sello del Espíritu del Dios Vivo.
Si aún no lo tenés, tomá la decisión de entregarte de cuerpo, alma y espíritu. Comenzá a sembrar hoy una relación de confianza y obediencia a Dios y recibí la garantía de una vida plena y eterna por medio del Espíritu Santo.