En 3 minutos de conversación pierde la paciencia con su compañera de trabajo y le grita agrediéndola. Cuando está conduciendo el auto y alguien no la deja pasar, tiene ataques de rabia y se descontrola totalmente. Le gritó al marido, a los hijos e, inclusive, a su mejor amiga. Estar al lado de esa persona es vivir en la montaña rusa de las emociones.
Así se define la personalidad de una persona “borderline“, alguien que tiene un comportamiento “sobre la línea” y puede presentar oscilaciones de humor, agresividad, irritabilidad, depresión, automutilación, comportamientos suicidas, miedo de abandono, dificultad de lidiar con las emociones.
Esa enfermedad llevó a la artista Monique Evans a una clínica psiquiátrica. Contó que estaba muy preocupada por su hija, Bárbara Evans. Terminó estallando en una crisis y, después, intentó suicidarse.
Al igual que Monique, quien desarrolla ese comportamiento, tiene mucha dificultad para lidiar con sus relaciones, necesita emociones fuertes todo el tiempo y nunca logra concentrarse en una actividad de manera productiva.
Generalmente, posee baja autoestima, por eso depende del afecto de alguien que le pueda traer sensación de seguridad. Su principal característica es la impulsividad, expresada en forma de ira.
Viviendo por la razón
Cuando vivimos por la emoción, actuamos sin pensar y perdemos el control sobre las adversidades y problemas que suceden en nuestra vida. No logramos concentrarnos en estrategias prácticas que puedan resolver la situación de una manera definitiva.
Terminamos por envolvernos en un mar de emociones, que cada vez nos domina más, dejándonos sin reacción. Sufrimos, lloramos, sentimos un vacío y no sabemos cuándo terminará todo ese dolor, pues no somos nosotros los que estamos al frente de ese problema, el problema es el que nos está dominando.
Por otro lado, cuando optamos por resolver un problema racionalmente, usando el sentido común para elegir la mejor alternativa, todo se vuelve más claro e invertimos el lado del juego, es decir, dominamos el problema.
Actuar sin pensar puede traer consecuencias graves. Al joven Luis Miguel (foto), de 20 años, le gustaba arriesgarse, pero en una de esas aventuras puso su vida y la de sus amigos en peligro, al dispararse un arma.
“Un día, mirando por la ventana desde el lugar donde vivía, pude ver a unos amigos divirtiéndose. Me dijeron que baje, pero yo no podía porque estaba solo en casa. Entonces, les hice una señal para que ellos subieran. Cuando llegaron, les mostré las armas que mi padrastro guardaba, porque él es policía. Pero uno de los muchachos tomó una de las armas y se disparó sola”, recuerda Miguel.
A pesar del susto, la bala quedó en la puerta y, afortunadamente, nadie salió herido. Luis Miguel, hoy, piensa en los problemas que su comportamiento pudo provocar. “Ahora, antes de responder algo o incluso antes de tomar alguna actitud, evalúo lo que puede suceder.” Y agrega que haber conocido a Dios fue lo que transformó su comportamiento impulsivo.
A pesar de todo, mientras muchos le prestaron atención a las emociones, los especialistas encontraron nombres para rotular el dolor y el sufrimiento de la humanidad. Por eso, es mejor tener el control sobre nosotros mismos y elegir lo que deseamos para nuestros propios caminos.
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