Es natural que las personas que se entregan a Dios pasen por días complicados a lo largo de su vida.
El Señor Jesús fue claro al decir: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados sois cuando por Mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.”, (Mateo 5:10-12).
Dios nunca afirmó que el convertido viviría sin problemas: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”, (2º Corintios 4:8-10).
Lamentablemente, algunos dicen que son de Dios, solo cuando pasan por buenos momentos. Otros, basta que vivan una humillación, para que se alejen de Su presencia.
Quizás cree que obedecer la Palabra es suficiente, pero, en realidad es prisionero de sus propias actitudes y deja de lado Su voluntad. A veces, el Señor permite un día malo para mostrarle a una persona que necesita cambiar.