Vencer a los amalequitas, madianitas, así como también a los pueblos de Oriente, era algo imposible. El número de enemigos era incontable, como la arena del mar. Por eso, Dios escogió a Gedeón, que estaba indignado. Los indignados son valientes y corajudos y, con Dios, se convierten poderosos en la guerra.
El indignado tiene el poder de vencer el mal que ha prevalecido, por más poderoso que diga ser. Su arma es su FE, MANIFESTADA A TRAVES DEL SACRIFICIO. Descendiendo del altar, después de haber hecho el sacrificio, él se hace fuerte. El sacrificio es la unión de la fuerza del indignado con el poder de Dios. En verdad, su sacrificio es señal de su sociedad con Dios.
La señal de la indignación y de la sociedad de Gedeón con Dios fue el segundo buey. Pues, es todo o nada – lo que no puede pasar es que prevalezca el enemigo. El indignado se conoce en el campo de batalla; su visión es ganar la guerra.
La visión de quien está acomodado es una mejoría. Por eso, termina perdiendo todo. Si ningún acomodado vence siquiera una batalla, cuánto más una guerra.
¡Dios está llamando a los valientes a la guerra!
Obispo Romualdo Panceiro