De Jerusalén, cuando se mira hacia el vasto desierto del sur, una gran elevación que recuerda el formato de una volcán domina el paisaje. Es el Herodium (o Herodión), una fortaleza levantada, como muestra el nombre, por Herodes, el Grande, donde muchos creen que están los restos mortales de este importante gobernante de los tiempos bíblicos.
A 12 kilómetros de Jerusalén, al sur del desierto de Judea, la construcción, a 758 metros sobre el nivel del mar, encerraba no solo una fortaleza en el sentido bélico de la palabra, sino que tenía una estructura digna de muchas ciudades, inclusive con un imponente palacio para Herodes y un vasto complejo subterráneo, además de cisternas y otras construcciones con lo más moderno, suntuoso y eficiente que había en la arquitectura en la época – un rasgo típicamente herodiano.
El complejo fue construido entre los años 24 y 15 antes de Cristo (a.C.) y exaltaba el poderío de Herodes – inclusive, fue bautizado por él mismo. La suntuosa construcción fue conquistada y destruida parcialmente por los romanos en el año 71 después de Cristo (d.C.), para que 16 años después sea nuevamente tomada, solo que por los judíos, en la tercera mayor rebelión contra el poderío de Roma sobre la provincia de Judea, la Rebelión de Bar Kokhba (así llamada a causa de su líder, Simon bar Kokhba, que gozaba de un gran carisma entre los rebeldes y era tenido por muchos como el posible mesías), volviéndose el segundo cuartel general de los rebeldes, que adoptaron las galerías subterráneas de las cisternas en una intrincada red de rutas de escape, en el caso de ataques de los legionarios. Las cisternas de la parte superior de la ciudadela eran alimentadas por un eficiente sistema de captación de aguas de lluvias.
Las legiones de César disolvieron el levantamiento 2 años después.
Alrededor del siglo V, la fortaleza, hasta entonces desierta, fue convertida en un monasterio por cristianos. Aproximadamente 2 siglos después, con la conquista árabe, la elevada fortaleza ya estaba en ruinas, muchas veces ocupada por beduinos. El área no fue más ocupada después de aquel período, a no ser en el siglo XX, por arqueólogos de varios países, que desenterraron no solo una gran parte de las esculturas locales, como también encontraron artefactos relativos a los varios ocupantes.
La tumba de Herodes y la exposición
En 1972, el famoso arqueólogo Ehud Netzer (foto de abajo, a la derecha), de la Universidad Hebrea de Jerusalén, recomenzó los trabajos de exploración del Herodium. En el 2007, fue anunciado por su equipo el descubrimiento que tantos deseaban: la tumba real de Herodes, una monumental construcción al pie nordeste de la montaña. Todo el complejo, con palacio, amplias áreas internas y externas de ocio (jardines, piscinas, termas, saunas e incluso un gran y lujoso auditorio con una cabina real y 450 asientos), fue reconfigurado por Herodes para que sea su lugar de reposo final. Uno de los más imponentes mausoleos del planeta, en dirección a Jerusalén. El sarcófago de Herodes, hecho en pedazos en una de las tomadas de la fortaleza, fue remontado por el equipo de la famosa universidad israelí.
Las excavaciones continuaron y, entre el 2009 y el 2010, el citado auditorio fue encontrado. A causa de un pasamanos suelto en un punto excavado en Herodium, el profesor Netzer sufrió una gran caída. No resistió a sus heridas y falleció poco tiempo después, en el hospital.
Los frutos de su trabajo de décadas pueden ser apreciados por el público tanto en el propio Herodium, hoy abierto a los visitantes (foto de arriba), como en la gran exposición “Herodes, el Grande: La Jornada Final del Rey”, en el Museo de Israel, en Jerusalén (foto de abajo). Cerca de 250 hallazgos arqueológicos de su suntuosa tumba, así como en otros importantes locales, estuvieron expuestos desde el 12 de febrero hasta el 5 de octubre del 2013.
Sin embargo, no fue solamente el aspecto monumental de las construcciones herodianas el asunto de la muestra. El público también pudo aprender más sobre las relaciones políticas del controvertido monarca con Roma y su nobleza, el suntuoso cortejo fúnebre de Jericó al Herodium y una reconstrucción extraordinaria de la cámara funeraria, como punto central de la exposición.
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