Frigia era un reino de la Edad Antigua ubicado en el centro-oeste de Anatolía, hoy parte de Turquía. Es citada en la Biblia en el libro de Hechos de los Apóstoles, como uno de los lugares visitados por Pablo de Tarso y Silas. De allí viene la famosa leyenda del rey Midas, que transformaba cualquier cosa que tocaba en oro, y es la cuna del fabulista Esopo.
Su población comenzó en el año 1200 a.C., y alrededor del siglo 8 a.C., era un sólido reino. Los cimerios la devastaron en el 690 a.C., y después de esto fue conquistada por la vecina Lidia, cuyo pueblo era de la descendencia de Lud, hijo de Sem, nieto de Noe. Frigia pasó sucesivamente por las manos de otros reinos, como el de Persia, el de Macedonia, el de Pérgamo y el de Roma. La curiosa lengua frigia sobrevivió a todas esas conquistas extranjeras, extinguiéndose alrededor del siglo VI d.C.
En Frigia estaban ubicadas las ciudades bíblicas de Colosas y Laodicea (una de las Siete Iglesias del Apocalipsis). Pablo pasó por la región en su segundo gran viaje misionero, acompañado por Silas.
Pablo aún estaba en Frigia y pretendía seguir hacia Asia cuando fue avisado por el Espíritu Santo que debía cambiar de camino:
“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.
Y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.
Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.
Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.
Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.”
Hechos 16:6-10
El apóstol retornó a la región en su tercer viaje misionero, para predicar con el objetivo de fortalecer la fe de los discípulos del lugar.
Leyendas y fábulas
Difícilmente alguien nunca oyó hablar de la leyenda de Midas, un rey que nunca estaba satisfecho con sus riquezas, y siempre quería más. Pasaba días enteros en sus cámaras de tesoros contando sus objetos preciosos y admirándolos.
En un sueño, un misterioso hombre de túnica blanca le dijo que le concedería un extraordinario poder: todo lo que tocara se transformaría en oro. Al despertarse, Midas vio que sus propias sábanas se convirtieron en oro puro. Maravillado, salió tocando todo, viendo la maravillosa conversión en el rico metal dorado.
Cuando fue a tomar su desayuno, agarró un pedazo de pan y se lo llevó a la boca. Pero el bocado se transformó en oro. Al intentar tomar un poco de agua, ocurrió la misma transformación. Lo sucedido lo hizo pensar: “¿De qué me sirve toda la riqueza si no puedo ni siquiera comer un simple pedazo de pan, o matar mi sed?”
El monarca estaba pensativo, cuando su hija entró en sus aposentos y corrió para darle el primer abrazo del día. Distraído, Midas la envolvió en sus brazos, y al besarla, la sintió dura y fría.
Entró en desesperación. No quería tocar a nadie ni nada más, y no sabía qué más hacer, y, después de mucho tiempo, se durmió por puro agotamiento. Nuevamente el ser vestido de blanco apareció en sus sueños. Midas le rogó al hombre: “Por favor, yo daría toda mi riqueza por tener de vuelta a mi hija”.
El hombre de túnica blanca lo orientó en cuanto a la cura, y él así procedió, para a partir de entonces saber darle el debido valor a las cosas simples y a lo que realmente importaba en la vida.
Lo que mucha gente no sabe es que el personaje fue basado a un rey de verdad, de mismo nombre, que gobernó en Frigia, cuyo túmulo (foto principal de la nota, al comienzo del texto) fue descubierto en 1969 por arqueólogos de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). El mito se debe a la gran ambición del monarca verdadero, que gobernó la región en su período más próspero.
También de Frigia es originario Esopo, un esclavo de la Antigüedad, que creaba historias con animales como personajes. Los mismos dejaban en evidencia las virtudes y los vicios humanos en sus actitudes, cuyas consecuencias siempre dejaban lecciones de moral al final de las historias que hoy conocemos como fábulas.
Las historias se propagaron por la cultura griega, difundiéndose por Europa por la tradición oral y escrita, llegando a los días de hoy con diversas adaptaciones. ¿Quién no conoce la famosa historia del zorro que intentaba alcanzar las uvas de lo alto de un parral, o de la cigarra (originalmente era una langosta) que solo se preocupaba por cantar y tocar mientras las hormigas trabajaban para almacenar comida, hasta que el invierno llegó y junto con él, el hambre?
Libertad
Los frigios eran conocidos en su era más próspera por el esmero en su vestimenta, con ropa bien elaborada (como en la ilustración de abajo), verdaderas obras de arte de vestir. Uno de los accesorios característicos del reino era el hoy conocido como gorro frigio, un gorro con la punta redondeada dirigida hacia adelante, que componía su visual formal.
El adorno fue utilizado como símbolo de los republicanos franceses que lucharon por la Toma de la Bastilla en el 1789, de color rojo, atribuido a la libertad. El gorro fue utilizado en los diseños que representaban a la República, una mujer de varias formas (popularmente conocida como Marianne) que llevaba la bandera francesa y conducía a los guerreros. El personaje fue adoptado por otros países que se volvieron republicanos en sus emblemas.
Algunos historiadores le atribuyen el gorro al falso dios (o diosa, en algunas culturas) Mitra, de la mitología persa, india y greco-romana, símbolo de la libertad física y del sol, para quien sacrificaban toros, desangrados hasta la muerte – de donde muchos creen que se originaron las modernas y crueles toradas.
Aunque un pueblo deje de existir y su lengua desaparezca a lo largo del tiempo, siempre queda algo de su cultura, aunque la mayoría no lo perciba.
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