En uno de sus viajes misioneros, el apóstol Pablo se encontraba en Grecia y decidió ir hacia Jerusalén. En el camino, llegó a Samos, importante ciudad griega en la costa del Mediterráneo (Hechos 20:14-15).
Hay evidencias de una gran comunidad judía en Samos, por escritos del Siglo II, época de dominio del Imperio Romano.
Los arqueólogos encontraron un largo túnel fechado en el Siglo VI a.C., que pasa por debajo del monte Castro, cuya finalidad era llevar agua hasta la ciudad. Diseñado por Eupalino, la obra fue una gran proeza para los padrones de la época: comenzó a ser excavado en la roca de la montaña desde los dos extremos al mismo tiempo para que los excavadores se encontraran en la mitad del canal subterráneo. Tiene medidas que causan espanto, teniéndose en cuenta que el túnel cuenta con 1.036 metros de extensión, 2 metros de altura y la misma medida de ancho.
Los escritos del historiador Heródoto “Y sobre los samios, ellos hicieron las tres obras más grandiosas del mundo griego…” sirvieron de referencia para que los arqueólogos buscaran la obra. El Túnel de Eupalino o acueducto eupaliniano, junto al Hereo de Samos, fueron conjuntamente registrados como un lugar Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en el año 1992.
En el lugar, son muy notorias las ruinas de antiguos templos griegos, algunos de los cuales son los mayores del país, en esa época.
Samos es la tierra natal de dos grandes sabios de la historia mundial. Allí nació el filósofo Epicuro (341-270 a.C.) aunque la ciudad es más conocida por ser la cuna del matemático Pitágoras (582-507 a.C., ilustrado en la medalla). La antigua Samos fue rebautizada Tigani en la Edad Moderna hasta 1955, cuando su nombre es nuevamente cambiado por Pythagoreion o Pitagoreo, en honor a su hijo ilustre, quien revolucionaría la matemática.
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