“… porque en él saliste de Egipto: y ninguno comparecerá vacío delante de mí.”, (Éxodo 23:15 RVA).
“… nadie se presentará ante Mí con las manos vacías.”, (Éxodo 23:15 LBLA).
“… quien venga a adorarme, deberá también traerme una ofrenda.”, (Éxodo 23:15 TLA).
Los tres textos sagrados señalan diferentes versiones con un único mensaje. Llama la atención la orden Divina: “Nadie se presente delante mío con las manos vacías”.
¿Por qué el Dios Altísimo exige que cualquiera que se aproxime a Su Altar (que Lo representa) tenga en las manos una ofrenda material, si Él es Espíritu?
Es simple de explicar, pero difícil de entender, porque exige la fe inteligente; la fe que razona. Cualquiera que fuera la ofrenda presentada a Dios en el pasado, tipificaba Su santísima ofrenda al mundo (Juan 3:16). Su Único fue el medio para llegar a la raza humana. Después del pecado original, el hombre se tornó inmundo e injusto. Solamente a través de la ofrenda de Su santo hijo Jesucristo fue posible construir un camino para que los sucios pudieran llegar al Santo de los Santos.
Cuando el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel exige que todos tengan en las manos una ofrenda para aproximarse a Él, es para que haya consciencia de que esta simboliza a la Ofrenda (Jesucristo); que Él, el Dios Altísimo, le dio al mundo. Si Su ofrenda para llegar a nosotros fue perfecta, ¿cómo nos podría aceptar con las manos vacías?
Siempre que Lo invocamos en oración, cargamos en el pecho y confesamos con los labios el nombre del Señor Jesucristo, eso tipifica la ofrenda en nuestras manos. Estar con las manos vacías significa tener un corazón vacío del Señor Jesucristo.