A partir de ese momento surgieron problemas en su familia y en la economía. “De repente todo comenzó a decaer, el dinero no alcanzaba, aumentaban las deudas y en un momento no teníamos ni para comer. Aparecieron enfermedades, todos los días terminábamos en el hospital con una cosa u otra”, cuenta.
Ella comenzó a sufrir descomposturas, le aparecieron quistes en los ovarios, tenía cólicos renales, las enfermedades aparecían y desaparecían solas. También tenía vértigo y ataques de pánico. “Estaba cansada de ir al médico, entonces buscamos ayuda en la casa de los espíritus pero todo fue peor. Con mi hermana pasamos a odiarnos, ella quiso matarme tirándome un cuchillo. Yo me iba de mi casa porque no quería estar allí, estaba muy triste y depresiva, hasta escuchaba voces, entonces me involucré con la noche. Tomaba, fumaba y estaba con diferentes hombres, así transcurría mi vida. Regresaba a los tres o cuatro días alcoholizada, era terrible”, recuerda.
Al tiempo ella conoció a una persona especial y consideró que la situación podría cambiar si iniciaban una vida juntos. Entonces, se casaron, pero como ella era muy nerviosa y buscaba discutir siempre, había mucho maltrato, finalmente, después de tener a su hija se separaron.
“El peor momento que viví fue cuando mi hija, con dos añitos, lloraba y yo estaba tan nerviosa, tan mal, que la zamarreé para que se callara, ahí me di cuenta de que no quería esa vida, que necesitaba algo para cambiar y ese algo era entregarme a Jesús. Me habían invitado a la Universal hacía tiempo, iba y venía, nunca había asumido un compromiso con Dios”, confiesa y destaca que le costó mucho ser libre de todo lo que la atormentaba “a veces me sentía atada, parecía que no iba a poder salir, pero igual yo iba a la iglesia, había días en que me la pasaba toda la reunión mirando para abajo mientras el pastor hablaba, pero escuchaba lo que decía y lo ponía en práctica”. Dios fue fortaleciéndola, cambió su interior y a medida que ella obedecía la Palabra de Dios su vida iba siendo transformada.
“Hoy tengo una nueva vida, ya no tengo vicios, depresión ni tristeza, tampoco enfermedades. Con mi hermana tenemos una relación espectacular. En lo económico estamos muy bien, tenemos buenos trabajos. Con mi esposo nos llevamos muy bien, hay diálogo, como cambié, mi matrimonio también cambió. Al recibir el Espíritu Santo mi vida es completamente diferente”, finaliza sonriendo.
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