Alexander tenía vicios de marihuana, cocaína, alcohol y tomaba pastillas, pero eso no era todo.
“Me drogaba con pegamento, nafta. Lo que encontraba para drogarme y salir de la realidad que estaba viviendo, lo consumía”, recuerda.
Esa manera de vivir trajo a su vida muchas consecuencias negativas. Él detalla:
“Perdí mi trabajo, la confianza de mi familia y tuve dos intentos de suicidio. En una oportunidad, me quise cortar; en otra, intenté ahorcarme en mi patio”.
“Tenía odio y rencor hacia muchas personas, amistades y, sobre todo, a la policía. Salía a robar y, cada vez que me agarraban, empezaba la pelea. Me golpeaban y, después, ellos no me buscaban a mí, sino yo a ellos para soltar esa rabia que tenía”, admite Alexander.
Sus días eran tan oscuros que se autodespreciaba. Al respecto, comenta:
“Me odiaba a mí mismo al punto de dañarme. Recuerdo que tenía un piercing en el rostro, entre las cejas, y me lo arranqué sin que me importara el daño que me podría hacer. Hasta hoy tengo la cicatriz”.
La vida que vivía era como una prisión para él.
“La depresión crecía dentro de mí porque quería abandonar las drogas, pero no podía, me costaba mucho y me encerré en mi casa unos dos años”, relata.
Sin embargo, un giro inesperado cambió su vida. Él recuerda:
“Un día logré salir del encierro cuando un chico del barrio me invitó a ir a su casa. Su mamá iba a la Iglesia Universal y me hizo una invitación para asistir al tratamiento Los Vicios Tienen Cura”.
Alexander aceptó. Comenzó a asistir cada semana y, poco a poco, fue liberándose de la prisión de las drogas, el sufrimiento y los pensamientos suicidas que lo acosaban.
“Perseveré y obtuve la mayor de las bendiciones, que es el Espíritu Santo. Ya no necesito drogas, las fiestas o tener una vida de apariencias”, expresa con paz que se refleja en su rostro.
Hoy, se siente libre ya que encontró propósito y tranquilidad, lejos del odio y el resentimiento que antes inundaban su corazón. “Ya no tengo desprecio por mí mismo, sino amor. Lo mismo hacia las demás personas. Soy verdaderamente feliz”, concluye.