Yanina Lugo creció en una familia violenta, sus padres se golpeaban y esto fue generando en ella un estado depresivo. Así, con 5 años de edad, ya era una niña deprimida. Entre los 8 y los 9 sufrió un abuso, era tanta la tristeza que a los 13 años intentó quitarse la vida. Además de estos problemas, ella sufría perturbaciones espirituales.
Con el tiempo ella formó una familia, pero su marido no la hacía feliz. Él robaba, se drogaba y había estado preso, pero ella no sabía nada sobre su conducta. Ella no sabía que su marido se drogaba porque no sospechaba nada de sus vicios.
La convivencia era muy difícil y se llevaban muy mal. “Él se quedó desempleado, se enfermó y yo estaba muy nerviosa. De estar bien, pasamos a estar en la miseria. Aparentábamos estar bien, pero dentro de casa estábamos mal. Discutíamos por todo”, cuenta.
La crisis era evidente, en ese momento ella se levantaba llorando todos los días y veía la programación de la Universal en la televisión, pero no se acercaba. Le dijo a su esposo que fuera, “él comenzó a ir y yo seguía sufriendo, me costaba mucho acercarme. Lo que me hizo cambiar de parecer fue ver el cambio de mi marido porque él llevaba un tiempo participando de las reuniones y estaba irreconocible. Decidí acompañarlo y ese primer día lloré mucho, lo único que hice fue llorar. Ahí me liberé del peso que cargaba y fui descubriendo cómo Dios transforma y restaura hasta los casos más difíciles”, destaca sonriendo.
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