El sufrimiento de Verónica Gómez comenzó en su infancia tras la separación de sus padres. “Cuando me enteré que mi papá engañaba a mi mamá, mi mundo se vino abajo. Empecé a sentir rencor hacia mi mamá porque se quería separar, no quería que me alejara de él. A los 15 años empecé a trabajar y comencé a salir de noche, a tomar alcohol y a fumar, todo para hacerle la vida imposible a mi mamá.
A los 20 años quedé embarazada y me fui a vivir con mi novio, pero después de un año empezaron los golpes y las peleas. Por cualquier cosita comenzaban las peleas y me agredía física y verbalmente, incluso me golpeaba delante de mi hijo. Por tanto maltrato terminé relacionándome con personas que estaban en la delincuencia y las drogas. Él me acusaba de que lo estaba engañando, no quería que saliera de mi casa y durante tres meses me obligó a dormir en el piso del comedor, yo me había cansado del maltrato y la humillación constantes así que después de cinco años me separé de él.
No soportaba vivir así por lo que intenté suicidarme tres veces, hasta dejé una carta, la última vez la bala no salió, sentí que lo que decía el padre de mi hijo era verdad: era tan inútil que ni siquiera podía matarme. Había adelgazado mucho, tenía anemia, hemorragias y dolores terribles, estuve un mes en cama pero me daba vergüenza ir al médico.
Una de las personas con las que me relacioné murió en un robo y quedé muy traumada. Desde ese día empecé a verlo y a hablar con él, me decía que tenía que matarme para que pudiéramos estar juntos. Después de dos años conocí a quien hoy es mi esposo. Yo trabajaba, pero él no tenía trabajo estable, los primeros años fueron maravillosos, pero todo cambió para mal.
La relación se comenzó a desgastar porque yo quería dominarlo y todo terminaba en peleas. Se tenía que hacer lo que yo decía, sino gritaba, lo humillaba y lo maltrataba Yo no lo dejaba opinar, estaba siempre a la defensiva, mis actitudes hicieron que hubiera rechazo y frialdad en el matrimonio y mi esposo comenzó a contactarse con otras mujeres por el celular, yo pensaba que él me engañaba, por eso, finalmente nos separamos.
Volví a la casa de mi mamá, estaba desesperada, en esa situación decidí buscar a Dios en la Universal. Participé de las reuniones y fui cambiando. Invité a mi marido a participar de las reuniones también, él me acompañó y de a poco fuimos dejando los vicios y nos liberamos de todos los problemas que nos afectaban. El proceso fue duro, pero nuestro matrimonio fue transformado, hoy podemos dialogar y mis hijos son felices. El pasado de dolor y sufrimiento quedó atrás, gracias a Dios dejamos de ser agresivos y aprendimos a amarnos. Hoy estamos juntos para todo porque nos elegimos para ser felices de verdad”.
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