La presión del día del día, los problemas de la vida, la sensación de impotencia, de que usted hace todo mal o de que nada resulta bien, termina absorbiendo sus fuerzas. Usted no sabe más a quién recurrir. Parece que está actuando en vano todo el tiempo. La impresión es que a nadie le interesa y que sus problemas son peores que los de los demás. Nadie lo sabe. Nadie lo ve. Nadie se preocupa.
Lloroso y enfadado, sintiéndose la última de las criaturas, arrastrándose en el lodazal del sufrimiento, usted realmente espera que por lo menos Dios Se compadezca. Que Él tenga pena. Pone una linda canción para que suene y espera a que Dios lo sostenga en brazos y lo esconda de este mundo para que no haya más dolor. Usted está débil, está cansado, y recuerda la Palabra en la que Él invita a los cansados y sobrecargados a que vayan hasta Él que serán aliviados de su carga. Sin embargo, ¿qué pueden esperar ellos después de llegar hasta Él? ¿Cuál es el mensaje de Dios a los débiles? ¿Acaso Dios va a tenerle pena? ¿Acaso Él va a llorar con usted? ¿Acaso va a decir que realmente su problema es el peor? ¿Acaso usted realmente es la víctima?
Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy. Joel 3.10
En otras palabras: “Ok, llegaste hasta Mí. Yo quito tu carga. Hasta ahora has sembrado y has cosechado, has cuidado el jardín y te has herido con las espinas. Pero, a partir de hoy, te conviertes en un soldado. Allá afuera, hijo Mío, es guerra. Transforma tus herramientas de trabajo en armas, porque estamos en este mundo en una guerra contra el infierno. No hay tiempo para llorar, ni para lamentos, ni para hacerse la víctima. Tú estás Conmigo ahora. No necesitas preocuparte por nada más, pero debes luchar. En el calor de la batalla, no se siente dolor. Desarrolla tus talentos, tus habilidades y utilízalos en la batalla. Sé fuerte.”
Dios no va a hacer que usted se sienta fuerte. El débil no deja de ser débil cuando se siente fuerte. El débil deja de ser débil cuando decide ser fuerte. Él asume su fuerza cuando asume su posición en el ejército. Nuestra lucha no es contra las personas, sino a favor de las personas, contra el espíritu de injusticia que ha dominado este mundo. Nuestra guerra es espiritual. Nuestra fuerza viene de adentro, independientemente de la estructura física o de las condiciones externas. Cuando el débil decide ser fuerte, nadie puede detenerlo. Nadie logra pararlo. Nadie lo destruye. Todo lo que él es por dentro se refleja del lado de afuera después de algún tiempo. Él deja de perder. Él deja de ser cola. Pero, primero, necesitó cambiar por dentro. Tuvo que decidir ser fuerte. Tuvo que dejar de llorar y de sentirse inútil, forjar sus armas e ir a la guerra.
Yo soy fuerte cuando decido ser fuerte. Yo soy fuerte cuando entiendo que mi mente es un campo de batalla y que tengo al Señor de los Ejércitos como mi aliado. Decido obedecer, forjando las armas y enfrentando. La guerra está declarada y vencer no es opcional, es una cuestión de honra.
Colaboró: Vanessa Lampert