Liliana Franco sufrió un abuso en su infancia, este hecho la marcó para el resto de su vida. No podía contarle a nadie, pues su madre era extremadamente violenta con ella. “Ella me golpeaba mucho por cosas insignificantes, no sabía de qué sería capaz si se enteraba de que habían abusado de mí”, recuerda.
Siendo muy joven decide viajar a la casa de su tía, pero allí también había mucha miseria y violencia. Entonces, con su hermana de 17 años deciden irse a un asentamiento, allí pasaron muchas necesidades hasta que consiguieron un empleo.
“Al tiempo conozco a un hombre que parecía entenderme y decido formar pareja con él, pero él tomaba mucho, fumaba, robaba y se juntaba con sus amigos. Estábamos en la miseria total. Cuando me quedé embarazada, él comenzó a golpearme, decía que el hijo no era de él, que me lo sacara. Me quedé con él porque no sabía adonde ir. Él me golpeaba aun estando embarazada, no tenía límites, me dejaba tirada en el suelo, desmayada.
Llegué a estar internada, estuve en coma por tres días, no sabía qué había sucedido. Me dijeron que iba a perder el ojo, tuve cinco puntos en el labio cuando estaba embarazada de ocho meses. Nació mi hija enferma y me decían que se debía al maltrato y la mala alimentación.
No tenía ganas de vivir, intenté suicidarme dos veces, pero me salvaron. Mi vida era solo sufrimiento, cargaba el abuso, la enfermedad de mi hija, la violencia en mi casa. Me decían que era mi culpa, no sabía qué hacer.
Un vecino nos invitó a la Universal, pero yo no creía en nada. Me costó, pero perseveré en las reuniones, aprendí a usar mi fe y ahora mi vida está transformada.
Soy otra mujer, superé ese pasado y mi esposo también cambió, ya no es el hombre que me lastimaba, que me humillaba y que me agredía en todo sentido. Hoy mi hija está sana, tenemos la casa soñada, el auto, el negocio. Puedo decir que ahora soy una mujer feliz gracias al poder del Dios Vivo”.
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