Hace un año y medio, cuando regresé a la Iglesia, estaba en una inmensa lucha espiritual, pero sin afirmarme. Hasta que quedé muy enferma y comencé a frecuentar más y más las reuniones. Qué fea era la pelea, ¡principalmente los martes y viernes!
Recuerdo que había hecho algunos comentarios en sus
, y casi todos fueron respondidos por usted y también por miembros que leyeron, y estoy muy agradecida, porque sé que cada oración colaboró también para que yo esté escribiendo hoy.
Tardé prácticamente un año en liberarme totalmente, y también en ser curada, pues entendí que estaba haciendo las cosas mal. No debía ser a mi manera, sino a la manera de Dios.
En fin, mis ojos y oídos espirituales se abrieron, y las puertas abiertas que el diablo usaba para volver, definitivamente fueron cerradas (por medio de propósitos de fe, los viernes).
Logré perdonar verdaderamente, porque antes el diablo continuaba actuando y siempre quedaba algo, pero esta vez el perdón fue liberado. Inclusive, obispo, usted había dicho eso en la radio, sobre que debíamos perdonar aun no queriendo, pues así el perdón fluye. Ah, ¡la cura fue ejecutada con éxito!
Cinco días después de haber cumplido el propósito y de haberme enfrentado con el diablo en casa, usando la autoridad en el Nombre del Señor Jesús, ¡nací de Dios! Recuerdo que usted había predicado
que, si nosotros que somos malos sabemos darles dádivas a nuestros hijos, ¡mucho más Dios! ¿Él no nos daría Su Espíritu si se Lo pedimos?
Entonces, usé esa palabra para orar:
“Padre, si yo pidiera pan, Tú no me darías piedra, ni serpiente en lugar de pescado. ¡Sé que me darás Tu Espíritu!”
Pero estaba preparándome para el miércoles siguiente (14/02/2018), último día del Ayuno de Daniel.
Incluso había comenzado un propósito ese día para poder terminarlo también el miércoles, pero, así como Daniel fue respondido desde el inicio de su propósito, yo también lo fui el primer día (07/02/2018).
Ah, ¡estaba feliz de la vida! Ese miércoles estaba bendecida desde la Palabra Amiga, pues cuando terminó ya me veía diferente.
Me había preparado toda para Dios, y ni siquiera había ido con la intención de recibir el Espíritu Santo ese día. Pero Dios es espléndidamente misericordioso, me guardó durante 10 años, me perdonó y me hizo hija de nuevo. Dios me cuida, sin yo merecerlo, sino por tanto necesitarlo.
¡Le agradezco mucho a mi Padre!
Y también a usted, obispo Macedo, por cada posteo, cada programa, cada comentario de ayuda, ¡cada oración determinando que yo vencería!
Les agradezco también al pastor, a los obreros y a los miembros, que animaron mucho mi fe, creyendo que yo estaría aquí salva, dando testimonio para glorificar el Nombre del Señor Jesús, que me ayudó en la Iglesia Universal del Reino de Dios. #yosoylauniversal
Toda honra y gloria sea dada a Dios siempre.
Debora Dourado