“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Corintios 2:9).
Sin lugar a duda, Dios quiere hacer cosas grandes en la vida de todos, pero no todos están capacitados para recibir esta vida, porque el corazón de la persona no se lo permite. Aún su corazón es humano… ¿Cómo así? El corazón humano es miedoso, lleno de dudas, temores, cuestionamientos y sentimientos. Si yo quiero ver en mi vida lo que hasta ahora no he visto, tengo que liberarme de un corazón dudoso y ser revestido de un corazón espiritual que logre ver lo que Dios quiere y puede hacer por mí. Cuando usted entiende lo que Dios quiere hacer en su vida, entonces invierte todo en el altar. Eso sucede cuando Dios muestra lo que Él tiene preparado para usted.
La persona solo da cuando logra ver lo que Dios va a hacer en su vida. Por eso Dios sacó a Abraham de la tienda y le dijo: Mira para el cielo, Abraham, ve si puedes ver lo que yo quiero hacer. Elías era hombre del altar, por eso hacía cosas que nadie podía hacer. Él pertenecía al altar y toda su vida estaba en el altar.
El altar no es para los miedosos sino para aquellos que, aún con miedo, se lanzan en él, transformándolos en grandes conquistadores. La persona que vive esta fe, de dejar todo en el altar, es considerada por la familia como loca, y le dicen que lo que hace es una locura. La persona que vive en la fe consigue ver lo que los otros no ven. El corazón humano no consigue ver, pero los ojos de la fe ven. En el desierto, la persona está con tanta sed que hasta logra ver un espejismo en el agua y eso le da fuerzas para seguir caminando.
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