Noemí: “Sufría dolores y hemorragias, me hicieron estudios y detectaron un cáncer de útero terminal, me dieron seis meses de vida. Cuando me dijeron se derrumbó todo para mí. Después se ramificó hacia el colón, la mamá y terminó en la garganta. Para la ciencia mi vida estaba terminada. Me ofrecieron hacer quimioterapia, también llamar a una psicóloga para contener a mi familia. Al principio éramos un grupo de 20 sentenciados a muerte, después solo quedamos tres. Los tratamientos no fueron fáciles, en ese momento le pedí a Dios que me diera fuerzas para salir adelante, fueron casi dos años de lucha.
La sanidad la conquisté en el Altar, subí con mis últimas fuerzas. Mis hijos entraban a mi habitación para ver si yo respiraba. Sentía mucha vergüenza de lo que me pasaba, pero Dios me levantaba. Ya se me había caído el pelo y un día me quedé en el auto llorando, no quería entrar en la casa de Dios. Él siempre estuvo con nosotros y nos dio fuerzas para que pudiéramos luchar juntos.
El Señor me hizo nacer de nuevo; yo estoy viva gracias a Él. Los médicos dicen que lo que me pasó fue un milagro de Dios.
Los que hacíamos quimioterapia teníamos controles, me separaron del grupo y me dijeron que me esperaba la junta médica. Cuando entré había médicos de distintas especialidades. El jefe de la junta médica se puso de pie y me dijo ‘sos libre, no sé cómo venciste este cáncer porque era imposible’.
Estoy completamente curada, el cáncer no volvió ni va a volver, aunque los doctores no lo puedan creer”.
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