Un informe del estado de situación de la primera infancia en nuestro país proporciona datos alarmantes. La investigación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), publicada por el diario La Nación, indica que la pobreza se infantilizó, que creció el embarazo adolescente, que persisten los déficits nutricionales y que seis de cada diez muertes en el primer año de vida son por causas que deberían haberse evitado.
El documento indica que, a fines del 2014, el 21,6% de los menores de 4 años (721 000) eran pobres y el 9,2% (307 000) eran indigentes, comparado, respectivamente, con el 12,9 y el 5,5% de la población general. Es decir, uno de cada cinco chicos de hasta cuatro años.
Para los investigadores, eso es “reflejo de que los ingresos son menores para las personas con hijos. En 2012, el 48,6% de las madres y el 47,6% de los padres que vivían con sus hijos formaban parte del 30% de los hogares con menos ingresos per cápita familiar, mientras que solo 12,5% de las mujeres y 11,7% de los hombres sin hijos pertenecían a este grupo”.
En el país viven 3 337 652 millones de chicos de entre cero y cuatro años, según indica el último censo.
Lejos de los objetivos
El año pasado, las tasas de mortalidad en los menores de 5 años fue de 13 chicos por cada 1000 nacidos vivos, mientras que en los menores de 1 año la mortalidad infantil fue de 11 por cada 1000 nacidos vivos, por debajo de los valores promedio de América latina (18 y 15/1000, respectivamente).
Pero los investigadores aseguran que la reducción de las muertes en la Argentina –del 54% en ambos casos respecto de 1990– no fue “tan pronunciada” como en la región (respectivamente, del 66% y 65% desde 1990).
“Esto no logró alcanzar la tasa de mortalidad que plantearon los Objetivos de Desarrollo del Milenio para los niños hasta 4 años (9/1000 nacidos vivos) y representa un desafío frente a la nueva agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, precisó Malena Acuña, del Programa de Protección Social de Cippec. “Además, en 2013, el 61,8% de las muertes en el primer año de vida ocurrieron por causas evitables”, es decir, con intervenciones preventivas simples y económicas, como los controles prenatales, la vacunación, la lactancia materna y las medidas básicas de higiene y saneamiento.
En ese mismo año, la tasa de mortalidad materna fue de 3,2 mujeres por cada 10 000 nacidos vivos. “Aunque es el valor más bajo de los últimos 15 años, no alcanza para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio de reducir en un 75% la mortalidad materna entre 1990 y 2015”, aclara el informe. La mayoría de las muertes maternas suceden entre el último trimestre del embarazo y la primera semana después del parto.
“En ambos casos, se observa una importante heterogeneidad entre las jurisdicciones. Los promedios nacionales suelen esconder el problema central de la Argentina y de la región, que es la desigualdad” explicó Carolina Aulicino, coordinadora del Programa de Protección Social de Cippec.
El equipo observó también que aumentó la maternidad adolescente (en 2012, el 12,3% de la población femenina de entre 15 y 19 años) tenía un hijo o estaba embarazada y que en 2011, el 46% de los bebes no recibía lactancia materna exclusiva por lo menos en los seis primeros meses de vida. Entre los 2 y 5 años, en 2014, el 10,5% de los chicos no comía suficiente fruta, verdura ni lácteos, mientras que más de la mitad lo hacía de manera inadecuada o insuficientemente, incluidas las pastas y el arroz, según revelan los resultados de los estudios compilados.
¿Es posible dejar atrás la miseria?
Beatriz Carrizo pasó de tenerlo todo a estar en la más absoluta miseria. A raíz de una defraudación por parte de una persona de confianza perdió la estabilidad económica que había alcanzado en base al esfuerzo y al trabajo. Solo la ayuda de Dios pudo sacarla del estado en que se encontraba junto a su familia.
“Mis problemas comenzaron cuando le salí de garante por $50.000 a una persona que no pagó la deuda, entonces al año me llega una carta comunicándome que me remataban mi casa. Yo tenía un negocio bastante próspero que era donde trabajábamos mi esposo y yo. En ese momento mis cuatro hijos eran chiquitos, iban al colegio. Ante esta terrible noticia busqué ayuda profesional, me indicaron que lo mejor era hacerme cargo de la deuda, al hacerlo toda mi familia padeció el ajuste económico.
El dinero salía del negocio para pagar la deuda hasta que un día me di cuenta que no tenía ni para darle de comer a mis hijos ni para vestirnos, menos para comprar mercadería. Todo salía y no había forma de invertir nuevamente”, cuenta al recordar esos días difíciles.
Ella se sentía angustiada, estaba desesperada, pero intentaba contener a la familia. A pesar de sus esfuerzos las humillaciones no tardaron en aparecer, el calzado se gastaba y ella no tenía condiciones para comprar lo que sus hijos necesitaban.
“En un momento me di cuenta de que me estaba acostumbrando a vivir así, entonces dije que no podía ser que continuara de la misma manera. Me faltaba techar una parte de la casa y no lo podía hacer. Entonces, una persona me invita a la Universal al ver lo mal que me encontraba. Al participar de las reuniones conseguí trabajo y perseveré hasta que se recompuso todo. Recuperé mi casa, pagué la deuda y tengo dos negocios prósperos. Estoy muy contenta, feliz, gracias a Dios”, finaliza sonriendo.
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