“Y las multitudes unánimes prestaban atención a lo que Felipe decía, al oír y ver las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, estos salían de ellos gritando a gran voz; y muchos que habían sido paralíticos y cojos eran sanados. Y había gran regocijo en aquella ciudad.” Hechos 8:6-8
Meditando en este pasaje, es posible observar que la obra de Felipe se basó únicamente en milagros y manifestaciones del Poder de Dios, sin enfatizar al Espíritu Santo. De la misma forma como lo hacen algunos pastores, que solo trabajan por las conquistas, los movimientos de fe, y se enfocan en el bienestar material y físico.
Siendo así, fue necesario que la dirección de la época enviara a Pedro y a Juan para llenar ese vacío y resolver el problema. ¡Pues no es normal que tantas personas reciban la Palabra, se bauticen, y nadie reciba el Espíritu Santo!
“… les enviaron a Pedro y a Juan, quienes descendieron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; solo habían sido bautizados en el Nombre del Señor Jesús.” Hechos 8:14-16
Había personas tan sinceras y preparadas, que bastó que los apóstoles les impusieran las manos para que fueran bautizadas con el Espíritu Santo. Listo, ¡allí nacieron más discípulos!
Sin embargo, en este mismo pasaje, podemos ver a un hombre llamado Simón, que antes hacía magia, que engañaba a las personas con señales y era muy apreciado por el pueblo. Él mismo, viendo un poder aún mayor en Felipe, se “entregó” a esa fe, e incluso se bautizó. Simón andaba con Felipe para no perder el prestigio y la admiración que las personas le tenían, pero no se había arrepentido ni conocía a Dios…
“Cuando Simón vio que el Espíritu se daba por la imposición de las manos de los apóstoles, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí esta autoridad, de manera que todo aquel sobre quien ponga mis manos reciba el Espíritu Santo.” Hechos 8:18-19
¡Esta actitud mostró quién era y la ambición que cargaba, pues él vio allí una oportunidad lucrativa de negocio!
¿Cuánto podría lucrar con ese poder en sus manos? ¡Solo que él no sabía que ese poder no se compra con dinero, sino con la “muerte del yo” en el Altar!
Y entonces me acordé de aquellos pastores que hacían ruido con la fe milagrosa, que reunían multitudes y hasta parecían ser de Dios, pero, en el momento de las luchas, de las pruebas, cuando fueron contrariados, mostraron que solo querían la gloria, la fama y el poder del mundo…
¡Son los que predicaron a un Dios que nunca conocieron, fueron incluso sanados, experimentaron un milagro, pero llevan dentro de sí la iniquidad, y por eso están caídos, vacíos, amargados, queriendo defender a cualquier precio su buen nombre y prestigio!
“Entonces Pedro le dijo: Que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero. No tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Por tanto, arrepiéntete de esta tu maldad, y ruega al Señor que si es posible se te perdone el intento de tu corazón. Porque veo que estás en hiel de amargura y en cadena de iniquidad.” Hechos 8:20-23
Incluso después de oír estas palabras de Pedro, en lugar de arrepentirse y humillarse, Simón respondió: “Rogad vosotros al Señor por mí, para que no me sobrevenga nada de lo que habéis dicho”.
Lamentablemente, él no había entendido nada y continuaba pensando en su bienestar…
¡Que Dios tenga misericordia de los “Simones” que están por ahí!
Por otro lado, el Espíritu Santo descendió sobre muchos sinceros.
¡Es glorioso saber que a los sinceros les está reservado el derecho de la Fuente de la Vida!