Dina era la única hija de Jacob con Lea (Génesis 30:20-21). Ella no tenía otras jóvenes con quien conversar y las mujeres que conocía ya eran de edad avanzada. Fue cuando su curiosidad se volvió una trampa (Génesis 34:1).
Un día Dina, decidió salir de su tienda para conocer a las personas a su alrededor – ¿quién sabe si no encontraría a otra joven para conversar? Sin embargo, terminó llamando la atención de un hombre que abusó de ella (Génesis 34:2).
Ella perdió su virginidad con un hombre que apenas conocía. A pesar de que él era el príncipe de esa tierra y se había enamorado de ella, eso entristeció al corazón de su padre, Jacob, y a toda su familia (Génesis 34:3-5).
Un paso rumbo a la perdición
¿Cuántas niñas, jóvenes y hasta mujeres, que conocen a Jesús, nacieron en una cuna de cristal, ya se aventuraron por el mundo y les fue mal?
Eso sucede porque la curiosidad es mayor que la obediencia. Los jóvenes, con sus emociones a flor de piel, desean conocer el mundo y tener sus propios conceptos en relación a todo, y así, terminan dejando de lado la experiencia y el cuidado de los padres.
Quizás Dina no tenía edad suficiente para casarse y conocer a un hombre. Quizás ella fue sobreprotegida. Pero, independientemente de cualquier cosa, su momento llegaría y, con seguridad, sería muy diferente de lo que sucedió.
Por su falta de sabiduría, por su ansiedad y curiosidad, ella terminó siendo abusada y trajo a su vida un gran trauma.
Preste atención a sus impulsos. No haga nada que le pueda traer consecuencias graves para su vida. Oiga a los que tienen experiencia, ore y busque la dirección de Dios para todo.
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Romanos 6:12).
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