Elizabeth estaba casada con Zacarías y pertenecían a una clase social alta, eran un ejemplo de matrimonio bien constituido para la sociedad, además, siempre estaban en la presencia de Dios (Lucas 1:6).
A pesar de tener lo que todos desean como descender de buenas familias y tener un buen matrimonio; durante muchos años, les fue negada la mayor dádiva de una mujer: ser madre.
En la Palabra de Dios, Elizabeth es identificada como una mujer de edad avanzada (Lucas 1:7,18). Aun sin ser madre, no se la describe como una mujer amargada y mucho menos, como alguien que se airaba contra Dios, al contrario, era irreprensible en su servicio a Él (Lucas 1:6).
Sin embargo, ¿cuántas veces tenemos lo que deseamos y no le damos valor? El dolor y la frustración de una mujer por no lograr engendrar un hijo pueden ser mucho mayores que la tristeza de quien tiene innumerables problemas financieros, por ejemplo.
¿Cuántas veces habrá pensado en desistir de su sueño?… Tal vez, pensó que Dios no tenía este plan para su vida… Que Dios se había olvidado… Que debería dejar de orar y de ser una mujer soñadora…
Y ¿cuántas “Elizabeth” hay por el mundo? ¿Cuántas mujeres tienen el sueño de tener un hijo en sus brazos? Este gran deseo materno vuelve minúsculo cualquier problema que enfrenta en su día a día. La falta de un hijo vuelve a las dificultades cotidianas solo un escalón más para elevar la fe.
Elizabeth fue una mujer de fe que no se dejó debilitar por no lograr ser madre. ¿Zacarías tampoco se habría desilusionado algunas veces? Ella fue más allá de lo que podía, tal vez más allá que lo que una persona incapaz de tener hijos y llena de problemas para resolver. Ella sí que fue una mujer de éxito, fuerte. La fe la volvió inquebrantable y llena de esperanza de sentir algún día una vida en su vientre.
Y ese día llegó de forma sorprendente. Su marido Zacarías recibió una Palabra de Dios, enviada por un ángel, de que su mujer quedaría embarazada (Lucas 1:13). Él dudó de la promesa, argumentando que los dos eran viejos para concebir un niño. Y, por ese motivo, quedó mudo hasta que su hijo nació.
Zacarías es un ejemplo de que es mejor creer que proferir palabras contra la voluntad de Dios. La fe debe estar en nosotros, aunque sea en una situación difícil de resolver.
La vida de Elizabeth cambió completamente. Empezaron a comentar sobre ella, no solo porque era la esposa del sacerdote, sino porque Dios había hecho un milagro en su vida (Lucas 1:25).
La dificultad es diferente para cada uno de nosotros, pero el camino para llegar al milagro es el mismo: ¡no desistir, tener fe! Aunque parezca que el tiempo de realizar un sueño ya pasó, Dios es atemporal. Para Él no hay imposibles. Nuestra realización debe venir del Cielo (Marcos 10:27).
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