Lidia era conocida como una mujer que adoraba y temía a Dios (Hechos 16:14). Ella vivía en Tiatira, donde había muchos judíos. Era una exitosa vendedora de púrpura (una variedad de tela). Luego, se mudó a Filipos, ciudad romana en la que no había muchos judíos o sinagogas.
¿Qué podría hacer ella para practicar su fe? Estaba en un lugar nuevo, desconocido. Entonces Lidia decidió juntar a los judíos para orar en su propia casa.
Fue de esta forma que encontró a Pablo, cuando estaba de paso por esa ciudad. Al unirse al grupo de oración, él le contó las novedades de Cristo, que Él era el Mesías judío, prometido, que murió por los pecados de su pueblo y, que resucitó y ascendió a los cielos. La Palabra afirma que “el Señor le abrió el corazón para que estuviera atento a lo que Pablo decía”.
Ella entonces dio un paso adelante y obró en su nueva fe. Lidia y su familia fueron bautizados (Hechos 16:15), y ella le pidió a Pablo que se quedará allí con ellos. Y fue lo que sucedió.
Fe por encima de todo
Esa mujer, a pesar de trabajar mucho y ser exitosa en lo que hacía, no quiso creer solamente en la fuerza de su potencial para ganar dinero. Ella deseó tener fe en lo que Pablo predicaba.
Es este el pensamiento que tenemos que tener: no somos nada sin Dios. Es Él quien nos da la capacidad para tener y ser lo que somos. Eso fue evidente cuando Lidia se bautizó, después de oír las palabras de Pablo. Ella simplemente creyó, sin restricciones, sin miedo y con mucha fe.
Después de esto, al ir a más de una reunión de oración, Pablo encontró a una muchacha que tenía espíritu de adivinación (Hechos 16:16). Y ella, poseída por un espíritu y siguiendo a Pablo y Silas, decía que ellos eran siervos del Dios Altísimo. El apóstol, incómodo por la situación, se volvió hacia ella y declaró su liberación, lo que sucedió inmediatamente (Hechos 16:17-18).
Pero eso irritó al patrón de la chica, que vio el fin de su lucro a través de la adivinación, lo que terminó en la prisión de Pablo y Silas (Hechos 16:20-23). Fue por ese hecho tan polémico que el cristianismo tuvo aún más fuerza, pues en la prisión se convirtió el carcelero y los magistrados que los detuvieron les pidieron disculpas personalmente (Hechos 16:29-33).
Después de salir de prisión, Pablo y Silas fueron a la casa de Lidia, donde se reunía una iglesia cristiana (Hechos 16:40).
Lidia usaba todas las cualidades profesionales para juntar al pueblo judío para orar. Además, ella se arriesgaba al alojar a Pablo y Silas en su casa. Por ese motivo, algunos estudiosos la consideran la “madre fundadora” de la Iglesia en Europa.
Ella fue un ejemplo de mujer firme, trabajadora, que transfirió ese don de ser exitosa a los judíos y oró con ellos. ¿Nosotros tendríamos esa osadía y coraje para juntar a personas desconocidas en nuestra casa?