“Porque así dijo el SEÑOR, que creó los cielos; Él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy el SEÑOR, y no hay otro.” (Isaías 45:18)
Todo en la vida del siervo debe apuntar hacia su Señor. Dios no creó su vida para que sea un caos, sino para que sea habitada, suficientemente buena para vivirla.
Dios no creó a su familia para que sea un caos, sino para que sea habitada, un verdadero hogar, armonioso, de paz, de alegría. Dios es Dios de orden, de disciplina. Él no crea cosas inútiles, no crea cosas malas. No crea nada que cause trastorno.
Él no lo creó para vivir en el caos. Si existe el caos, es porque Dios no está allí. Si Dios está allí, entonces usted no debe aceptar el caos. Use su fe para traer las cosas hacia donde ellas deben estar. Hacia donde Dios prometió que estarían.
El caos es anomalía en el Reino de Dios, no pertenece a Él y no debe ser encarado con naturalidad, sino con indignación. La indignación de quien ve algo donde no debería estar. La indignación de quien ve injusticia donde debería reinar la justicia. La indignación que le trae orden al caos. Que hace que lo que Dios hizo vuelva a tener la marca de Quién lo hizo.
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No acepte el caos, pues su vida debe ser el reflejo de Aquel que la creó, y en Él no hay desorden, no hay injusticia.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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