La familia es un tema que se toca 90 veces, en la Biblia. Claramente, es algo importante para Dios. La denominada “célula-madre” de la sociedad, es el principio de la vida para la mayoría de las personas, lo que ayuda a determinar el carácter, la personalidad y la forma en la que cada uno enfrenta la vida en grupo, dentro y fuera de su casa.
Pero esa “célula-madre” está enfermándose en estos días. Según un estudio encargado por una gran empresa sueca y publicado en el diario británico Daily Mail, como promedio, el tiempo de calidad pasado con los familiares que viven en el mismo inmueble se redujo a solo 36 minutos diarios. Además, solo alrededor de 15 días por año se brinda la oportunidad de una convivencia familiar más cercana, lejos de la rutinas como los horarios diferentes, el trabajo llevado a casa, el tiempo perdido en celulares e internet, y otros factores de dispersión. No son raras las familias que, aunque estén juntas físicamente, dirigen su atención a la televisión, no almuerzan ni cenan juntos o se aíslan con sus teléfonos móviles, tablets y computadoras.
En la sociedad judía de los tiempos bíblicos, un padre también era el sacerdote de su hogar. Celaba la educación espiritual de sus seres queridos diariamente, manteniendo encendida la llama de la fe en su casa. Dios era el centro de la familia. Hoy, nuevos dioses paganos robaron esa atención, por medio de las distracciones de los medios de comunicación o aspectos externos que parecen más atractivos que un contacto con los propios parientes.
Obviamente, no hay nada de malo en ver la televisión, con programación de calidad o informarse a través de buenos sitios web de internet. Pero la propia Biblia deja claro que hay un tiempo para todo (Eclesiastés 3), inclusive para apagar la televisión y la computadora, dejar el celular en el cajón y brindarles atención a las personas que Dios colocó junto a nosotros en la caminata de la vida terrena.
La investigación divulgada por mail también comprueba que, cuando existe un conflicto de tiempo ente el placer y el trabajo, gana el segundo, la familia queda para después. Por ese motivo, se pierden momentos preciosos, como leerles un cuento a los hijos – antes de que se duerman-, o una cena familiar, aunque sea simple. Las únicas situaciones en las que existe una convivencia entre parientes son los feriados con fiestas y domingos. Ocho de cada diez padres coinciden en reclamar que, en el poco tiempo que pasan con sus hijos, tienen que disputar su la atención con los video games y la televisión. A veces, la televisión también es una fuga para los padres (70%), a raíz del cansancio para conversar, y los niños y adolescentes se desilusionan; lo cual, con el tiempo, hasta genera rebeldía.
Momentos perdidos
De los entrevistados, la mayor parte reveló que llega a planear programas interesantes para los fines de semana, como paseos en parques o pequeños viajes, pero termina postergando el evento a causa de las obligaciones que no se cumplen los días hábiles. La vida doméstica se vuelve agitada sin esas válvulas de escape, y el 55% de los entrevistados confesaron que quedarse en su casa, a veces, no es agradable. Un tercio de los padres encuestados, lamenta haber perdido momentos importantes de la vida de los niños a causa de los días agitados.
Nuevamente caemos en el mimo tema: si la Biblia se obedeciera más, la calidad de vida sería una consecuencia natural. El séptimo día del descanso semanal, instituido allí, es más que una simple tradición. Es el día que deberíamos dejar los temas externos de lado y volvernos hacia Dios, hacia la familia, aprovechando cada segundo con quien amamos – incluso en situaciones aparentemente rutinarias.
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