“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.” (Mateo 10:34-36)
El Señor Jesús vino para mostrar la verdad. No se espante si las decepciones vinieran de los más cercanos. Cuanto más cercanos, más emocionalmente conectados.
Cuanto más emocionalmente conectados, es más fácil que nos quebranten.
Por eso, blinde su corazón. El mal siempre intentará alcanzarlo usando a los más cercanos. Dios también intenta alcanzarlo usando a los más cercanos. La división visible es reflejo de la división espiritual. La guerra visible es la sombra de la guerra invisible; la guerra espiritual. La espada es la Palabra de Dios. Ella hace una división clara entre lo correcto y lo incorrecto y crea conflictos entre la verdad y el que no quiere oír la verdad.
Los que creen no pertenecen a este mundo. El mundo va a odiar al que no es del mundo. La paz que nos fue prometida es la paz de espíritu. Del lado de afuera, nos fue prometida la guerra. Que cada uno tome la espada que le fue dada y no se moleste por las persecuciones y decepciones que sufre.
“El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí.” (Mateo 10:37-38)
No es dejar de amar a los demás o que nos dejen de importar, sino establecer prioridades. Más importante que agradar a los otros es agradar a Dios. Más importante que lo que los otros piensan, es lo que Él piensa. Tomar la cruz es ponerlo en primer lugar. Sacrificar los afectos de este mundo por el amor de Dios. Quien sea inteligente, tarde o temprano, terminará siguiéndolo.
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La guerra es espiritual.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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