Mónica Pizzi y su esposo soñaron siempre con tener una familia, ser profesionales y tener un buen pasar económico. “Estudiamos, nos capacitamos, me recibí de ingeniera agrónoma, él es ingeniero civil, trabaja en una central atómica y yo me dedico al paisajismo, tengo una buena cartera de clientes, pero no fue fácil llegar a esta realidad.
Por su trabajo, mi esposo viajaba y se ausentaba, se le hacía difícil volver a insertarse en el hogar al volver. Nos queríamos mucho pero los problemas nos desbordaban. La situación familiar era muy tensa, él estaba desbordado por la presión en su trabajo y yo no encontraba una salida.
Empezamos a perder cosas que habíamos conquistado, la situación económica no se correspondía a nuestra capacitación. Alquilábamos una casa y cada vez teníamos que buscar una peor. Irremediablemente la relación se iba resintiendo ante tantos inconvenientes.
Él empezó a tener trabajos de menor calidad y ya no se podía ni dialogar. No quería separarme porque habíamos soñado otra cosa juntos”, cuenta.
Ante esta situación, una conocida la invitó a la Universal: “Aprendí a usar la fe, y en la Hoguera Santa hice una prueba con Dios a través del sacrificio. A los pocos meses mi esposo empezó a participar conmigo y en cada Hoguera Santa sacrificamos y obtuvimos respuestas.
Usé la fe para cambiar mi vida y el Altar nunca me falló. Tenemos muchas bendiciones económicas, no hay crisis para nosotros, la familia está muy bien, mis sueños están realizados. Tenemos nuestra casa en un barrio privado, cinco vehículos, nuestros hijos estudian en la universidad, uno se recibió de ingeniero también, compramos dos departamentos y nuestra relación es maravillosa”.
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