Andrea Miranda: “En la infancia tuve un accidente, me quemé la pierna derecha, el brazo y parte del abdomen. Tuve quemaduras de tercer grado y me internaron meses, fue traumático.
Pasaron los años, entré en la adolescencia y a los 18 comencé a consumir cocaína. Eso hizo que pensara en la muerte, estuve deprimida. No me importaba vivir, no existía el amor y mucho menos la posibilidad de creer que existía un Dios. En el ambiente en el que trabajaba llegué a creer que era normal vivir así. En épocas de gira me la pasaba drogada.
Me volví violenta no hablaba, pegaba. Tuve parejas que terminaban por la infidelidad del otro. Eso sumó más frustración, no quería estar con nadie.
Al llegar a la Universal me liberé de las drogas, pero al principio, no asumía un compromiso con Dios. Dejé de ir, estuve 9 años apartada. Estaba en pareja, pero él salía con otras personas y fue terrible cuando supe que con una de ellas, se casó.
Lo peor fue enterarme que mi padre sufría cáncer de próstata. Volví a la Universal, me bauticé en las aguas y fui bautizada con el Espíritu Santo, eso cambió mi vida por completo.
Entendí que las frustraciones y la sensación de vacío son enfermedades del alma y solo la presencia de Dios puede sanar esas heridas. Hoy no necesito llenarme con drogas, estoy en una constante búsqueda para ser mejor. Aprendí a dejar de ponerme en actitud de víctima y a enfrentar la vida con Dios”.
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