Raquel Krummel era muy nerviosa y estaba llena de odio, quería matar a Marcos, su esposo, por lo que llegó a pensar en llevar un cuchillo a la cama para matarlo mientras dormía. No solo pensaba en matar al amor de su vida, también pensaba en quitarse la vida. “Mi matrimonio era un infierno, había peleas constantes, agresiones verbales y físicas, aun así, cuando él se iba de casa, lo extrañaba, no entendía porqué me pasaba eso”, cuenta ella.
Ella había conocido a Marcos cuando tenía 17 años y se habían enamorado, por eso decidieron formar una familia, sin embargo, al tiempo comenzaron las peleas. Años después se la pasaban peleando todos los días. Raquel quedó embarazada de su primer hijo y su matrimonio seguía estando mal.
“No podíamos estar bien, por las peleas constantes terminé sintiendo odio, rabia, hasta lo quería matar. Recuerdo que escuchaba una voz que me decía que lo mate. Fueron terribles esos momentos, hasta llegué a pensar en llevar un cuchillo a la cama para matarlo. También quise quitarme la vida”, relata ella y destaca que su matrimonio realmente era un infierno.
Su hijo, Alejandro, nació con problemas respiratorios, los médicos no le encontraban nada pero él vivía enfermo. Casi todas las semanas tenían que llevarlo al pediatra porque tenía fiebre constante. Raquel comenzó a rechazar a su hijo, a veces se encerraba en su habitación y dejaba al nene solo, no podía ni verlo.
“Vivía llorando, estaba depresiva porque nada me salía bien, mi vida económica era una miseria, una vergüenza, porque vivíamos en la casa de mi mamá en una habitación. No teníamos nada y lo que mi esposo ganaba era para comprar remedios. Un día mi suegra lo invitó a Marcos a la Universal, él comenzó a participar de las reuniones, de a poco fui notando un cambio en su manera de ser y en su forma de hablar, entonces tomé la decisión de ir a la iglesia con él. Participé de las reuniones y me liberé del insomnio y de la depresión.
Vencer al odio y la bronca no fue sencillo, no podía perdonarlo, me llevó bastante tiempo poder hacerlo, pero al escuchar la Palabra de Dios e ir poniéndola en práctica pude entender muchas cosas. Puse a Dios en primer lugar en mi vida y logré perdonarlo. Se fue todo el odio, mi carácter cambió totalmente, mi matrimonio fue restaurado y mi hijo fue sanado.
Aprendí a amar a mi marido, cada día que pasa nuestro amor crece. Estando en la presencia de Dios tuvimos otro hijo, Pablo, quien nació bien de salud. Nuestra vida económica también fue restaurada, con mi padre pusimos un negocio y mi esposo trabaja en un banco provincial y compramos un auto 0 km, hoy tenemos todo lo que necesitamos. Gracias a Dios mi vida cambió, Él hizo lo que era imposible en mi vida”.
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