“Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león.” (Proverbios 28:1)
La duda trae miedo. La sensación de inseguridad, de incertidumbre, crea pavor. A la menor señal de dificultad, muchos huyen. Huyen de la amenaza que ni siquiera existe aún. Sin embargo, el justo es intrépido como el león. No huye. No se acobarda. No se asusta.
No es que él, por sí solo, no tenga miedo. Siente miedo, pero no se deja dominar por él. Actúa y enfrenta, a pesar del miedo, afirmado en la confianza en Aquel en quien cree. Parte hacia el ataque contra el infierno justamente para no ser atacado por el mal. Deja bien definido de qué lado está. Y su Dios le da la victoria.
Esta confianza es la base de su seguridad. Esta confianza es el secreto de su coraje, de su intrepidez, de su fuerza, de su osadía. Esta confianza viene de su sociedad con Dios. Sociedad que se estableció cuando decidió firmar un compromiso serio con Dios; un pacto; un casamiento. Si usted también tiene este compromiso, y ha sido fiel, ¿por qué se deja llevar por el miedo?
Usted es quien decide por qué fuerza será guiado. Si cree en el miedo, será arrastrado por la corriente implacable del miedo. Huirá, sin que nadie lo persiga. Huirá, por la simple sensación de peligro. Pero si cree en la Palabra de Dios, sabrá que: “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto al SEÑOR, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación.” (Salmos 91:7-9)
No se deje dominar por el miedo, recuerde su pacto con Dios.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo