Mientras Adán y Eva estaban en el Jardín del Edén, eran puros e inocentes. Pero, si disfrutaban de las cosas buenas que Dios les había dado, ¿por qué quisieron conocer el mal?
La respuesta a esta pregunta está en el siguiente versículo:
“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”, Génesis 3:4-6.
El discurso que el diablo utilizó para engañarlos fue atrayente, pues, a simple vista, parecía que no sufrirían ninguna consecuencia por la desobediencia. Sin embargo, todo fue una ilusión.
De la misma manera que lo hizo con Adán y Eva, el mal sigue influenciando a las personas por medio de sus ideas y mentiras. Por este motivo, vemos que una gran parte de la humanidad insiste en conocer el mal a través del pecado, oponiéndose a todo lo que es justo y verdadero delante de Dios.
¡Sea sabio!
Filtre todos los pensamientos que entran a su mente y todas las palabras que llegan a sus oídos. Medite en la Palabra de Dios, porque, de esta forma, usted sabrá discernir cuál es la voz del Altísimo y cuál es la voz del diablo.
¡Sea sabio y no se deje engañar!