Las mujeres son más propensas a sufrir con la acumulación de tareas. La mayoría necesita trabajar afuera y administrar el hogar. Ser multitasking es una característica valorada en el mercado de trabajo, pero no puede afectar la productividad y generar insatisfacción. ¿Cómo hacer para lidiar con el exceso de tareas?
Según la escritora Nubia Siqueira, “personas agotadas y sobrecargadas tienden a rendir mucho menos y pagar un alto costo: la propia salud.
Ellas comienzan a trabajar sin placer y totalmente fatigadas, pequeñas tareas se convierten en un fardo”.
Cuando la mujer está exhausta, lo ideal es compartir los quehaceres, sean profesionales o domésticos. Si cuenta con ayuda, es necesario evaluar el tiempo disponible y establecer las prioridades. “Es difícil que el otro entienda que tenemos un límite. Por eso debemos priorizar, sobre todo, la vida espiritual, pues cuando estamos bien, encontramos alivio y descanso en la misma dimensión”.
Redefinir los objetivos
La primera vez que Aleksandra dos Santos tuvo licencia en su empleo fue después del nacimiento de su hija. Ella cuidó de la niña hasta su primer año de vida. Después volvió a trabajar como secretaria, pero se sobrecargó con una exhaustiva jornada. “Con el nacimiento de mi segundo hijo, la rutina se volvió más pesada, entonces decidí que iba a quedarme en casa para cuidarlos”, cuenta.
Cuando el niño cumplió dos años, Aleksandra sintió la necesidad de ser útil a otras personas. Ella asumió la responsabilidad de realizar trabajos voluntarios en la iglesia y se matriculó en un curso de inglés, pero volvió a sobrecargarse de tareas. “Me despertaba temprano y me iba a dormir tarde. No conseguía absorver los contenidos en los cursos, comencé a quejarme y a murmurar porque no tenía tiempo para mí misma. Aparentemente yo era útil, pero estaba saturada con los compromisos que había adquirido fuera de casa”.
Además, ella no lograba darle a sus hijos la atención que necesitaban. “Era chofer y secretaria en lugar de esposa y madre. Estaba presente corpóreamente, pero, a menudo, estaba pensando en las tareas que debía realizar. Ellos me reclamaban atención, me llamaban para mirar una película, pero era imposible. Lo máximo que tenía disponible para estar con ellos eran 10 minutos”, recuerda.
Ella reconoce que llegó a un nivel de sobrecarga tan alto que no podía ver las necesidades de su familia.
Pausa para sí misma
Aleksandra concluyó que tenía dificultades para decir “no”. Ella temía dejar las responsabilidades por miedo a lo que las personas iban a pensar. Pero cuando conoció el Godllywood, decidió buscar ayuda para reorganizar su vida. “Primero aprendí a priorizar a Dios, pues sé que sin su ayuda no llegamos a ningún lugar. Después, reconocí que necesitaba cuidarme. Entendí que debemos estar bien para ayudar a otros. Fui aprendiendo a decir “no”, definí horarios para ayudar a las personas sin tener que dejar a mis hijos solos o que estén acompañándome hasta que terminara. Hoy me siento realizada, más liviana y en paz. Tengo el objetivo de mejorar en todo lo que hago, principalmente como esposa y madre”, finaliza.
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