Quedarse observando la condición que tiene cada uno impone límites, en cambio, mirar por medio de la Fe es el modo más eficaz para romper barreras. Descubrí cómo esa actitud es capaz de traer a la realidad lo que es considerado imposible.
“¿Cómo te ves dentro de cinco años?” Es una pregunta muy común en una entrevista laboral, durante la que el reclutador quiere saber si el candidato tiene metas de crecimiento profesional, si sus objetivos están alineados a los de la empresa y si tiene claridad respecto a sus propias habilidades y sueños. Es un cuestionario simple, pero que puede revelar lo que el candidato lleva por dentro.
Y si te hicieran una indagación así, querido lector, ¿responderías fácilmente? ¿Cómo imaginás tu vida espiritual, amorosa, profesional o tu salud dentro de algún tiempo? Tal vez las dificultades que pasaste en la infancia, la falta de estructura familiar o los innumerables problemas que ya atravesaste te hayan quitado el placer de soñar, de establecer metas o inclusive darle crédito a que todo pueda ser diferente a tu realidad actual.
Es hora de aprender que, a pesar de que el pasado es inmutable, se puede construir un nuevo futuro. Para eso, es necesario deshacerse de la visión limitada que está en tu mente.
Son muchos los que piensan que no hay más solución debido a sus errores, por arruinar relaciones, por perder mucho tiempo o cosas. Pero cuando mirás el camino de regreso, parece que está demasiado lejos para vos, parece que es más fácil quedarte donde estás por más que sea extremadamente difícil, sin embargo, la verdad es que no son dificultades físicas las que te impiden cambiar y tener una vida diferente, sino los pensamientos que están en tu mente. Ellos son las verdaderas barreras hacia tu regreso.
En la práctica, cuando una persona cree que no hay ninguna posibilidad de crecimiento, desiste de intentar y cierra las puertas para un futuro mejor. Por eso, repite algo como “no hay más solución para mí”. El mal (el diablo) repite esta frase en los oídos de las personas, de sus víctimas, infinitamente.
Por ejemplo, te pudo haber sucedido que desististe de invertir en un nuevo trabajo porque no te sentiste capaz de alcanzarlo o ni siquiera querés abrir un negocio porque pensás que eso no es para vos. O no te imaginás comenzando una relación porque te convenciste de que la felicidad amorosa no se va a dar debido a traumas del pasado.
No está en tus manos volver el tiempo atrás, pero eso no significa que no podés aprender y hacer algo distinto. Lo que sí está en tus manos es dejar de fallar, tomar buenas decisiones y comenzar una nueva historia. Por actitudes como esas todo tu pasado puede convertirse en una gran historia de superación. Pero ¿dónde comienza ese cambio? En el pensamiento.
Sintonizado con Dios
Para que los pensamientos de limitación no tengan espacio en nuestra mente necesitamos apoyarnos en algo más fuerte: la Palabra de Dios. No es la palabra de un escritor, de un mentor, ni de un especialista en autoayuda, sino del Altísimo que creó los Cielos y la Tierra y todo lo que hay en ellos.
A propósito… ¿alguna vez notaste la dimensión del cielo? La distracción de los celulares han hecho que las personas miren todo el tiempo para abajo, pero cuando miramos hacia arriba podemos contemplar parte de la creación de Dios y tener una pequeña muestra de Su poder. ¿Aquel que creó todo no sería capaz de cambiar cualquier situación?
Las Sagradas Escrituras garantizan que “para Dios nada es imposible” (Lucas 1:37) y el Propio Señor Jesús dejó claro que “(…) Todas las cosas son posibles para el que cree” (Marcos 9:23). En la Sagrada Biblia con Anotaciones de Fe del obispo Edir Macedo, explica que creer “significa tener plena confianza, aceptar la Palabra de Dios como verdadera y lanzarse con todas las fuerzas y con todo el entendimiento. Creer es mucho más que solo dar crédito, es entregarse completamente al Señor con la certeza de alcanzar Sus promesas”.
Es por ese motivo que los que basan sus vidas en lo que ven se quedan estancados. Después de todo, la duda paraliza y el miedo se agarra del pasado. Mientras que los que se apegan a la fe inteligente avanzan, ya que no se limitan a lo que ven. En su lugar enfrentan la realidad con lo que está escrito en la Palabra de Dios y toman una posición firme. Ellos no se dejan llevar por las emociones, sino que son movidos por una indignación genuina contra la ausencia de las promesas divinas en sus vidas y toman una actitud para ver que se cumplan.
El poder sobrenatural de la fe
Entre las muchas historias de superación relatadas en la Biblia está la de Gedeón. Él formaba parte de la familia más pobre de su tribu y, además, era el menor en la casa de su padre. Pese a eso él fue el escogido para librar a Su pueblo de las manos de los enemigos. Todo comenzó cuando oyó a un ángel: “El Señor está contigo, valiente guerrero”. Delante de la condición de miseria, él evaluó la situación y cuestionó:
“… si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha ocurrido todo esto? ¿Y dónde están todas Sus maravillas que nuestros padres nos han contado…?” (Jueces 6:12-13).
Al enfrentar lo que el ángel del Señor le dijo, Gedeón mostró que creía en Dios, pero que quería ver Su poder en su vida y en la vida de su pueblo. Aunque no lo supiera, Gedeón tenía dentro de sí la solución para terminar con la humillación de su pueblo: la fe.
La fe es una partícula de Dios dentro de nosotros, es el mayor poder espiritual al alcance del ser humano. Muchos sufren porque ignoran esa fuerza y, con angustia, siguen presos a un pequeñísimo sueño.
Gedeón es un ejemplo de indignación y fe, su valentía convirtió la historia de un pueblo en una historia de superación. El poder de la fe es la clave para un futuro con verdadera libertad.