Susana y Gastón se conocieron en el ambiente de la noche y lo que los unió casi termina con sus vidas.
Ella cuenta: “consumía cocaína, marihuana y cigarrillos, estábamos muy metidos en la cocaína y fumábamos un montón. Antes de ser libres de las adicciones llegamos a consumir todos los días.
A los 16 años yo empecé a consumir por diversión, parecía un juego, pero con el tiempo me volví una adicta. Pasé meses sin dormir, de tanto aspirar cocaína me había empezado a sangrar la nariz. Entonces, para drogarme igual empecé a inyectarme.
El peor momento de mi vida fue cuando sufrí una sobredosis”.
Gastón recuerda cómo fue ese difícil momento, en el que ella casi pierde la vida: “estábamos en casa, escuché un ruido y la vi tirada. Le pedí que se levantara pero no me respondía, tenía la jeringa clavada en el brazo. Había droga por toda la casa y nuestro hijo lloraba. Ella estaba fría, con los ojos dados vuelta. Creí que se había muerto”, cuenta él, que empezó a drogarse con 16 años y lo hizo durante 26 años. “Por la droga perdí un matrimonio, a mis hijos, mi casa, mi trabajo. No me dejaban ver a mis hijos por mi estado de adicción. Conocí a Susana, ella era muy joven y yo la llevé a drogarse”, afirma.
“Vivíamos para drogarnos –dice Susana– no nos importaba ni comer, nuestros hijos estaban con familiares porque no nos preocupábamos por ellos. Faltó plata para atender a los chicos, pero nunca para la droga”.
Esta realidad, que podía terminar en una tragedia, cambió cuando conocieron la Universal. “Llegamos a la iglesia drogados un domingo, estábamos peleando en la calle y nos invitaron a pasar. Ese día nacimos de nuevo. Tuvimos oportunidades de volver a consumir pero siempre las rechazamos”, dice Susana, a lo que Gastón añade: “Gracias a Dios, hace tres años y medio que fuimos libres de la droga, sucedió de un día para el otro, nunca más consumimos nada, ni siquiera un cigarrillo. La familia está restaurada, nos amamos y disfrutamos del hogar armonioso y feliz que Dios nos dio”.
[related_posts limit=”17″]