Débora tuvo una vida sufrida, el odio fue algo común desde su infancia: “Todo comenzó cuando tenía cinco años y mis padres se separaron. Pasé por tres intentos de abuso y en el transcurso de mi niñez, me volví cerrada, tímida, me costaba mucho relacionarme con otras personas. Culpé a mi papá porque pensaba que si él me hubiera protegido estando conmigo, nadie me habría hecho daño. Lo odiaba, no le hablé durante seis años. En ese momento, no le pude contar a nadie lo que me había pasado. Me sentía sola, triste, incluso pensé en quitarme la vida.
Con el tiempo me refugié en boliches, amistades, fumaba y tomaba alcohol. Incluso intenté tener una relación amorosa pero no funcionó”.
Al conocer la Universal, ella entendió que debía dar el primer paso: “Cuando llegué me enseñaron que debía perdonar, aunque me preguntaba: ‘¿cómo voy a pedir perdón, si los demás me lo tienen que pedir a mí?’. De todas maneras obedecí, busqué el número de teléfono de mi papá y lo llamé. En el momento en que hablé con él y le pedí perdón, fue como sacarme una mochila de encima. Al participar de las reuniones superé los traumas, las angustia, la soledad y el miedo a relacionarme con otros. Hoy soy completamente feliz gracias a Dios”.
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