Es tan fuerte el sentimiento del individuo que carga el odio o el resentimiento, que lo deja constantemente en alerta, con la mente pensando en eso o en aquello, justificando su razón, es decir, el motivo por el cual necesita a otra persona para revelar su insatisfacción.
¡Increíble! Necesita desahogar en alguien lo que no logra arrancar solo. ¿Y qué espera oír?
Una afirmación de lo que piensa. Después de todo, no resuelve nada.
La fe es algo que sube muy rápido y va como si fuera un cohete, pero que también baja de la misma forma que sube.
El sentimiento sube como un globo que va elevándose y, en solo algunos minutos, ya está muy alto. No desciende. Él se queda, y se queda, y se queda, y se queda… El globo se mantiene, o sube aún más, eso va a depender de cuánto lo alimente la persona.
Aunque usted tenga conciencia de que esto es malo ¿cómo puede arrancarlo?
1 – Uno de los primeros motivos por los cuales usted no consigue controlarse es porque se hace la víctima. Y quien se hace la víctima, usa el sentimiento. ¿Puede un sentimiento arrancar otro sentimiento, si ambos son frágiles? No hay forma de tener éxito en la vida teniendo sentimientos. Usted tiene que usar la lógica de la fe inteligente, que le hace analizar cada situación;
2 – Tiene que ver que usted mismo tiene fallas y comete errores, al igual que cualquier ser humano, porque usted es un alma. Y la otra persona también es un alma;
3 – Usted debe evaluar su propio estado. Mire en el infierno que usted se permitió entrar, por medio de agresiones verbales o físicas. Usted no tiene más paz. Vive con un nudo en la garganta. Tristeza. Sin esperanza de vida, etc. Usted deja que ese mal tenga más éxito que usted mismo;
Entonces, ¿cómo hago?
No odie al individuo, sino a lo que le hace mal y se alojó dentro suyo. Cuando usted odia hacerse la víctima, cuando usted odia su dependencia de los demás para ser feliz, entonces, ¿sabe quién pasa a tener el control? ¡Todo depende de usted! O usted empuja ese sentimiento hacia abajo, hasta que quede en el piso o será usted el que quedará en el suelo de la amargura.
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