“Inclinad vuestro oído, y venid a Mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David.”
(Isaías 55:3)
Creamos el hábito de oír al mundo, oír las circunstancias, oír la voz que dice: “no puedo”, “es imposible”, “es muy difícil”, “no va a funcionar”, “¿será?”, “dudo”, etc.
Sin embargo, si usted sigue el consejo del Espíritu de Dios hoy, su vida podrá cambiar aún este año. En vez de prestarles atención a las voces de este mundo y a las voces de miedo y duda que pueblan su mente, incline su oído y oiga la voz de Dios.
La voz de la duda trae muerte. Muerte del alma. La voz de Dios trae vida. Vida eterna. Su alma vivirá. Y el propio Dios hará con usted un pacto eterno. Pacto de fidelidad. Si usted tiene ese pacto con Dios, es eterno. No tiene fecha de vencimiento; no expira; no caduca; no se estropea; no se pudre. Con Dios, un pacto hecho es un pacto cumplido. Nadie puede reclamar el cumplimiento de una promesa en la que no cree.
Si usted aún no hizo ese pacto, hágalo ahora. Préstele atención a la Palabra de
Dios, oiga lo que Él tiene para decirle. Y vaya hasta Él. El pacto solo es hecho con quien se dispone a seguirlo; con quien se dispone a obedecerlo. Entonces, usted tendrá vida. Vida abundante en este mundo; vida feliz y completa; y vida con Él en la eternidad.
El pacto con Dios es eterno. No tiene fecha de vencimiento, usted puede reclamar el cumplimiento de la promesa, porque Él es fiel.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo