Una buena relación entre padre e hijo es clave para el desarrollo de un niño feliz. Los juegos, la música y el fútbol son algunas áreas en las que pueden fortalecer el vínculo y desarrollar una complicidad y amistad que se extenderá por toda la vida. Pero, ¿qué sucede cuando lo que une a un hombre y su hijo es la droga?
La atracción que Rubén sentía hacia la cocaína fue tan fuerte, que llegó a transmitírsela a su hijo, y ambos terminaron yendo juntos a comprar la droga.
“Mi sufrimiento comenzó desde chico. Empecé a tener vicios y lo que más me atrapó fue la cocaína. Consumía tanta, que ya no le iba a comprar droga a los transas que vendían en los barrios, yo iba directamente a las cocinas, donde la elaboraban, porque ahí conseguía cocaína de máxima pureza. En un fin de semana podía consumir entre 30 y 40 gramos, era una locura. Había desarrollado una adicción tan fuerte que si consumía droga cortada, rebajada, no me causaba efecto”, relata Rubén, que vivía muy mal, incluso perdía la noción del tiempo y el espacio.
“En ese entonces tenía un buen pasar económico, viajaba por mi trabajo y a veces lo hacía drogado. No pasaba un día sin que consumiera. También fumaba, tomaba alcohol y pastillas. Dormía entre dos y cuatro horas por día. Mi vida era un infierno. Pensé varias veces en suicidarme, y vivía armado porque estaba paranoico”, afirma, y cuenta cómo terminó involucrando a su familia en la droga: “Mi esposa me hablaba, pero no servía de nada, incluso ella comenzó a drogarse también. Mis hijos crecieron en ese ambiente y Rubén, mi hijo, terminó yendo conmigo a comprar”.
Con 12 años, Rubén (hijo) empezó a drogarse: “Salía con mi papá, arrancábamos un jueves, íbamos a comprar a las cocinas, y terminábamos los domingos, eran cuatro días de locura, sin dormir. Empecé a tener esa vida con 12 años, hoy tengo 24 y en ese tiempo tuve cuatro sobredosis, estuve a punto de morir varias veces. Cuando no consumía era una excelente persona, pero al tomar desconocía hasta a mi familia. No era feliz, maltrataba a mi mujer incluso estando embarazada. Decía siempre que iba a terminar muerto en una zanja, ya no tenía vida”, confiesa Rubén (hijo).
A pesar de que la historia de este padre e hijo tenía todos los ingredientes para convertirse en un nuevo caso que engordaría las cifras de muertos por las drogas, tuvo un final diferente gracias al Tratamiento para la Cura de los Vicios.
“Empecé a hacer el Tratamiento y gracias a Dios hoy soy un padre diferente, otro esposo. Después del tratamiento no tengo más vicios de ninguna clase, Dios restauró mi familia. Hoy podemos sentarnos a comer juntos porque hay paz. El Tratamiento es efectivo. Si siento olor a alcohol o cigarrillo me da asco”, cuenta el padre, mientras su hijo afirma: “Desde el primer momento en que llegué al Tratamiento, cambié. Hoy soy un hombre feliz, me casé, tengo la felicidad que me faltó en la infancia, nunca más volví a drogarme ni a consumir cualquier otro tipo de sustancias”.
Participe usted también de la reunión de la Cura de los Vicios y compruebe en su vida o en la de un ser querido que existe una salida para este mal. Lo esperamos este domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070, Almagro.
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