Todo comenzó cuando tenía 6 años y fui abusada sexualmente por un amigo de mi familia, que tenía unos 30 años. Mi familia pensaba que era bueno, sin embargo me amenazaba y me decía que no contara nada, que era mi amigo y que iba a cuidarme. A los 7 y a los 12 fui abusada nuevamente. Pensaba que era normal. Él abusaba de mí y de mis amigas y nos daba dinero para que no se lo contáramos a nadie. A los 13 años pensé que mi vida iba a cambiar, pero empeoró. Conocí a un muchacho que fue mi primer novio, y tuve mi primera relación. Mis padres no lo aceptaban, pues era más grande que yo. Además de pelear mucho, me traicionaba. Estuvimos unos 5 años juntos. Indignada con la situación, empecé a ser una mala mujer. Comencé a traicionarlo con sus amigos.
En una fiesta, conocí a mi actual esposo. Él consumía drogas, vivía en las esquinas. Entonces comencé a consumir drogas junto a él, creyendo que iba a agradarlo. Me fui destruyendo en la bebida. No quería saber nada más, solo consumir drogas. Fue pasando el tiempo y nos casamos. Las peleas eran constantes, no solo verbales, sino también físicas. Llegamos incluso a pelearnos con cuchillo e incluso intenté matarlo. Terminamos separándonos.
Quería ser modelo, me gustaba sacarme fotos sensuales y postearlas en las redes sociales. Conocí amigas que me presentaron el mundo del lujo y de la fama. Comencé a concurrir con frecuencia a las discotecas y a consumir más drogas. Esas muchachas eran modelos, bailarinas y acompañantes de lujo. Comencé a entrar a ese mundo. Me fascinaba viendo sus autos, sus objetos personales y deseaba todo eso. Pero en el fondo estaba muy triste, depresiva, peleaba con todo el mundo, con mis padres, con mi hermano, con mis amigos, incluso con el viento, si me dejaba. Me sacaba fotos y hacía clips, cualquier cosa para salir en los periódicos. Quería ser famosa a cualquier precio. Decidí ser bailarina en un grupo de funk, comencé a entrenar duro, a usar ropa corta, mostrando casi todo. Quería ser el centro de la atención. Me gustaba provocar a los hombres casados y seducirlos. Dejaba a mi hija y a mi esposo en casa durante semanas.
Viajaba mucho, me parecía lo máximo andar en avión, dormir en los hoteles y comer de todo. La fama era mi sueño. En los shows, hacía lo que el animador mandaba. Yo quería ser la mejor, la más atractiva, sin medir las consecuencias. Los hombres y las mujeres pensaban que yo era prostituta, querían negociar el precio y así me sentía humillada, pues yo solo era bailarina. Un día recibí una propuesta para una casa nocturna de striptease, era solo para bailar y fui, pues estaba necesitando dinero. Después me sentí sucia, humillada, rebajada y, al final, tuve que tomar con los clientes para ganar más. Fue humillante, me sentí la peor mujer.
Empecé a involucrarme con mujeres, pues no creía más en los hombres. Me convertí en animadora, hacía shows. Entré de cabeza a la fama, no tenía nada que perder. Comencé a divulgarme en cualquier lugar. Quería ser famosa y me inscribía en todos los concursos, hasta para “miss bumbum”. Me sacaba fotos semidesnuda y las posteaba en las redes, quería recibir muchos “Me Gusta” y comentarios. Era adicta a Internet y a las redes sociales. Perdí mi dignidad y respeto, nadie más creía en mí.
Pasaron los años y me fui desanimando, no veía más gracia en nada. Entré en depresión, no quería ni siquiera levantarme de la cama, dejaba que mi hija pasara hambre. Yo la maltrataba mucho, quería matarla. Mi ex marido en esa época no ayudaba mucho, pues consumía drogas y no sobraba dinero. Era necesario que una amiga me llevara comida. Planeé mi muerte muchas veces, soñaba día y noche en cómo matarme. Veía sombras, sentía la presencia de personas que habían muerto. Hablaba con ellos y sentía un dolor de cabeza muy fuerte todos los días. Los médicos decían que estaba depresiva.
Yo estaba muy vacía, y uno de los días que planeé mi muerte, mi madre llegó a mi casa, vio que yo no estaba bien y me hizo prometerle que no iba a hacer nada. Fui a su trabajo de manicura con ella. Llegando allá, fui a investigar en internet cómo matarme más rápido. Estaba todo programado para la noche. Entonces llegó una cliente y se sentó, le hice las uñas y venía a mi mente una voz diciéndome que la agujereara y que la rasgara. Solo que esa señora comenzó a contarme su testimonio de vida, que luchó mucho para vivir y que Dios la había salvado. En ese momento, todos los pensamientos se fueron, llegué a casa y lloré mucho. Encendí la TV, cambié de canal y estaba pasando el programa Punto de Fe, de la Iglesia Universal. Al final del programa, tomé esa agua de la oración y fui aliviada, ni siquiera sabía el motivo por el cual estaba llorando.
Entonces, fui a la Iglesia Universal, luché durante 3 meses y me liberé. Conocí la Fuerza Joven Universal, que me ayudó a vencer mis miedos y complejos. La FJU creyó en mí y me enseñó qué es ser un joven visionario. No tengo más depresión, no siento más dolor de cabeza y soy muy feliz. Recuperé mi respeto y mi dignidad. Fui bautizada en las aguas, nací de nuevo. Tuve un encuentro con Dios y recibí el Espíritu Santo. Hoy vivo muy bien con mi esposo y mi familia. Mi esposo se liberó, no consume drogas y está en la misma fe.
Lorena
Colaboró: Obispo Marcello Brayner