Desde la infancia, a Bertony le gustaba vestirse de niña, jugar y tener amistades con niñas. Él creció pensando que eso era algo normal.
El lugar en donde vivía era un ex templo de umbanda, en el cual oía voces y veía sombras. A los cinco años fue abusado sexualmente por un vecino, y los abusos se tornaron frecuentes.
A partir de los doce años, comenzó a tomar hormonas femeninas, y así ocurrieron algunos cambios en su cuerpo. Comenzó a salir, a ir frecuentemente a fiestas y a consumir alcohol.
Tras una decepción sentimental, conoció la Universal a través de la radio, del programa Palabra Amiga del Obispo Macedo. Comenzó a frecuentar la Iglesia e incluso se tornó candidato a obrero. Pero después de algún tiempo, se enfrió en la fe, dejando de leer la Biblia, de ayunar, de cumplir con sus propósitos, de ser fiel, y acabó perdiendo el temor a Dios.
El día en que había sido marcada su entrevista para ser obrero, no se presentó. Se apartó, no lograba ir más a la Iglesia y volvió a las antiguas prácticas. Por una invitación de una amiga que era travesti, dejó su ciudad natal, Belém do Pará, para ir a San Pablo.
Fue entonces cuando comenzaron las transformaciones en el cuerpo. Con la aplicación de silicona, comenzó a tomar hormonas, entró a la prostitución y estuvo en esa vida siete años. Durante ese periodo vivió con una persona violenta que lo agredía. Sufrió de depresión, insomnio, opresión, angustia y consumió drogas.
Bertony estaba sintiéndose muy oprimido, pero había una voluntad, algo muy fuerte que lo llamaba a volver a la Iglesia. Decidió ir al Templo, a una reunión de viernes con el obispo Clodomir. Y fue como estaba, vestido de mujer.
Después de ver en internet un testimonio de un extravesti que había cambiado tras ser bautizado en las aguas, decidió bautizarse. Notó los primeros cambios en su cuerpo y también comenzó a frecuentar la Cadena del Rescate, a la cual asiste hasta los días de hoy.
A los 33 años, Bertony está transformado, liberado, y es un nuevo hombre.