Me llamo Fabricio. A los 9 años de edad sufrí un intento de abuso por un grupo de aproximadamente 15 personas. Debido a eso, mi infancia fue muy problemática. Crecí creyendo que gustar de los chicos era normal y odiar a las chicas también. Además de todo eso, en mi casa era un sufrimiento, pues mis padres estaban separados. Alrededor de mis 9 años, mi padre se involucró con una persona, pero yo era agredido por ella y pasé a tener pesadillas debido a las cosas que ella me hacía y a la manera como me trataba. A partir de entonces empecé a ver el mundo de otra forma, veía que no tenía paz, amor y alegría como las personas decían; vivía lo contrario de todo eso. Crecí cada vez más en el sufrimiento.
A los 14 años empecé a involucrarme con amistades y vi allí una puerta abierta para la “Felicidad”. Todo era a escondidas de mi familia, pero en la escuela las personas lo sabían, entonces era humillado, despreciado y maltratado a causa de mi manera de ser. No reaccionaba de ninguna forma, solo guardaba esas palabras en mi interior.
Cada vez me involucraba más con las bebidas y las fiestas; llegué a pasar dos días fuera de casa. Para todos mis amigos, yo era el más feliz, pero cuando llegaba a casa, venía el vacío, las ganas de matarme, el insomnio y todo el sufrimiento que cargaba. Incluso haciendo todo eso, ya no me satisfacía más, quería tener atención, la atención que mi familia no me daba. Fue entonces que cerca de mis 16 años, mis amigos me presentaron una nueva forma de vivir, pasé a ser transformista, me vestía de mujer, estaba logrando lo que quería. Llamaba mucho la atención y empecé a recibir varias llamadas telefónicas diciendo que debería participar de concursos de belleza, que mi rostro era lindo, entonces me lancé a esa propuesta.
Incluso con toda la atención recibida en concursos de belleza, yo quería más, pues no estaba satisfecho solo con eso. Me involucré en la prostitución y empecé a prostituirme durante la madrugada. Así, comencé a invertir todo en este personaje. No hacía nada más para Fabricio, todo lo que compraba, todo el dinero que conseguía, era para volver a “ella” cada vez mejor. Sin embargo, aun consiguiendo aparentemente lo que quería, no estaba satisfecho. Empecé a conversar con los espíritus malignos. No los llegaba a ver, pero hablaba con ellos pidiéndoles más hombres, más clientes, más dinero, y me dijeron que si quería más debía hacer un pacto con ellos, pero me dio miedo y no lo hice.
Ya estaba cansado de esa vida, entonces comenzó mi aislamiento. No quería hacer nada más, solo quería estar acostado. No tenía más ganas de atender las llamadas, comencé a tener odio repentino hacia las personas y me enojaba sin motivo.
Recordé que una persona me había invitado a conocer la Fuerza Joven Universal. No acepté al principio, porque creía que para mí no había más solución: “Nací así, voy a morir así”. Pero ella insistió diciendo que Dios podía cambiar mi vida, que todo iba a ser diferente. Cuando estaba en esa situación, recordé esas palabras y decidí ir a la iglesia.
Cuando llegué a la reunión, el pastor dijo lo siguiente: “Esta reunión quedará marcada en su vida, ¡su vida va a ser diferente!” Eso quedó marcado en mi mente. Los jóvenes y obreros de la FJU me dieron una atención diferente ese día. Yo recibía atención, pero la forma como me trataban era diferente, me hizo sentir bien nuevamente. Fue entonces cuando noté que había una solución para mí. Me fueron acompañando, me fui liberando de los vicios, de los deseos y de todo mi pasado. Tuve mi encuentro con Dios, pero pensaba que no podía recibir el Espíritu Santo a causa de mi pasado, pero Dios me mostró que todo eso ya había sido borrado.
Entonces me empeñé en buscar al Espíritu Santo, y Dios me dio un amor que nunca había recibido en mi vida. Dios me mostró cuán importante era para Él, que desde el principio Él ya me había escogido. Entonces todo cambió, todo se hizo diferente. A partir de ese día recuperé el respeto de mi familia, de mis vecinos, y las personas comenzaron a ver el cambio en mí. Hoy soy feliz, tengo paz, mi familia fue transformada y algunos amigos incluso me llaman para saber cómo logré cambiar.
Colaboró: Obispo Marcello Brayner