Los problemas en la vida de Fernanda Fernández empezaron cuando estaba a punto de terminar su carrera universitaria. “Estaba estudiando derecho, me faltaba medio año para recibirme y empecé a sufrir fibromialgia, una enfermedad que se caracteriza por un dolor muscular crónico de origen desconocido, acompañado de sensación de fatiga y otros síntomas. Me agarró de la noche a la mañana.
Fui a varios médicos, me decían que era por el estrés, los médicos me miraban como si estuvieran viendo a una loca, porque es una enfermedad que no se detecta a través de estudios. Sentía muchísimos dolores, me costaba hasta caminar. Seguí cursando, pero era difícil seguir lo que decían los profesores, fue un momento horrible. Me mareaba de la nada, era desesperante, tenía muchos altibajos emocionales, era un infierno en vida porque uno se acostumbra a que nadie entienda lo que se sufre con la enfermedad. Yo me preguntaba por qué me sentía mal si los estudios salían bien, había algo que no me cerraba.
Finalmente, un reumatólogo me diagnosticó fibromialgia, me medicó con pastillas para dormir, vitaminas y antiinflamatorios. También me indicó actividad física diaria para contrarrestar la pérdida de serotonina que provoca la enfermedad.
Me tomó cuatro años más poder terminar la carrera de abogacía, me costó horrores encontrar trabajo, dejaba currículums y no me llamaban, estaba todo trabado”, cuenta Fernanda, que sufrió durante 14 años pese a intentar llevar una vida lo más normal posible, pero era muy difícil.
“En el trabajo, una compañera me habló de la Universal y me acerqué. Era muy religiosa, tradicionalista, me costó mucho entender. Participé de una reunión y algo me gustó. Pasaron varios meses y decidí volver. Tras unos meses de hacer las cadenas de oración dejé toda la medicación que tomaba, unas cinco pastillas al día, empecé a sentirme bien, no tuve más dolores, recaídas ni altibajos. Hoy tengo paz y tranquilidad, logré edificar mi casa, ejerzo mi profesión, estoy especializándome, no me falta nada, puedo salir a pasear y disfrutar de la vida.
En marzo me dio un dolor muy fuerte en el cuello y me detectaron artrosis en la cuarta y quinta vértebra cervical, me indigné mucho y decidí sacrificar en la Hoguera Santa del Templo de Salomón.
Hice mi parte, entregué el sobre y dos horas después tuve turno con el traumatólogo. Vio los estudios y me dijo que estaba todo bien, que no había ningún daño. El dolor desapareció, estoy completamente sana, gracias a Dios”.
[related_posts limit=”17″]