La fe consciente ignora las emociones del alma, ya que se basa en las enseñanzas y en las promesas de Dios. Ella se opone a los principios de las religiones, pues tienen sus bases fundadas en la fe en los sentimientos tradicionales. El alma del religioso exige sentir algo que está lejos de la certeza absoluta.
Esa certeza absoluta es la fe de que Dios hará exactamente aquello que prometió que haría. Los religiosos han apoyado su creencia en los sentimientos del alma. Y la verdadera fe se refiere a los valores de la razón o del espíritu. Dios es Espíritu. Su comunicación con el ser humano está restringida al espíritu humano, no a su alma. Dios habla en la conciencia, en el intelecto, en la mente, a través de su Palabra. Porque la respuesta tiene que venir de la expresión del intelecto.
Si Dios hablase en el corazón, la respuesta humana sería basada en la pasión, en los sentimientos del alma, y no en la razón. Él no quiere que lo sigan o lo sirvan por sentimentalismos fantasiosos del corazón. Una cosa es servir a Dios movido por la pasión, por la emoción, y otra es servirlo conscientemente. La respuesta que Dios espera del ser humano debe ser tomada en su conciencia y no en su corazón. Esto es, en el espíritu y no en el alma.
¿Cuántas personas se casan porque son llevadas por el sentimiento del corazón, sin hacer ni siquiera una reflexión sobre las cuestiones que involucran un matrimonio? ¿Y de esas cuantas se mantienen fieles hasta la muerte? Eso sucede porque los sentimientos del corazón, o del alma, no tienen consistencia.
Al mismo tiempo que esas personas son capaces de hacer juramentos de amor, también son capaces de maldecir y hasta odiar. El corazón humano ha sido una fuente de pasión y odio. La misma pareja que un día estaba feliz delante del juez para casarse, recurre a la Ley para divorciarse; porque los cariños se transformaron en golpes, y los besos en agresiones verbales. Frente a esto, yo me pregunto: ¿cómo podría Dios confiar en los sentimientos del corazón humano?
Por eso, la relación con Él solo puede suceder en el campo racional. Como un puente para la relación de la criatura con el Creador, la fe sobrenatural implica mucho más que los sentimientos fugaces del corazón, pues ella es consciente. Del espíritu humano para el Espíritu de Dios; de la mente humana a la mente del Señor Jesucristo.
Pero solamente los nacidos del Espíritu tienen la mente de Dios: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Más nosotros tenemos la mente de Cristo.” 1 Corintios 2: 14-16.
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(*) Texto extraído del libro “Mensajes del obispo Macedo”
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