Obispo, leyendo este testimonio, recordé cuando llegué a la Universal, en Guarulhos, 11 años atrás.
Yo también era como esa amiga, criticaba mucho a la Universal y, como católica, no aceptaba ni siquiera oír hablar del obispo Macedo. Estaba muy enferma, con depresión, con síndrome de pánico, tenía una hernia de disco inflamada y también el nervio ciático inflamado. Tomaba remedios controlados para la depresión, pero nada de eso me sirvió. Mi esposo me llamó para que fuera a la Iglesia, pero no quería; él insistió y fui. Cuando llegué, no sé lo que pasó que el pastor comenzó a criticar a la Iglesia Católica. Me enojé mucho con el pastor y no fui más a la Universal, pero también empeoré mucho de las enfermedades.
Un mes después, mi esposo nuevamente insistió en llevarme a la Iglesia. Él fue usado por el Espíritu Santo, pues aun sin frecuentar ninguna iglesia, dijo: “Es la última vez que te digo, vamos a la Universal. Si sucede lo mismo, no necesitas ir más”. Entonces le dije: “Por ti, voy.”
Y fuimos a la Sede, pues antes no existía la Catedral. Cuando llegué, el pastor pidió que quien estuviera enfermo fuera adelante. Dijo todo lo que yo tenía. Yo dije: “¿Quién se lo contó a este pastor?” Pues todo lo que él dijo era lo que yo estaba pasando.
Entonces, hice un desafío con Dios: si Él existía de hecho y de verdad, yo quería la cura. De lo contrario, si no sucedía nada, yo no iba a creer que Él existía. Pero, si Él me curaba, Le sería fiel todos los días de mi vida.
Lo que sentí fue algo muy lindo, una Paz inexplicable. El pánico que venía sintiendo desapareció al instante, parecía que estaba levitando. Comencé a glorificar el Nombre del Señor Jesús, de Aquel que hasta hoy solo hizo y hace maravillas en mi vida y en la de mi familia. Mi esposo también está conmigo en la Fe, solo falta mi hijo y mi hija, pero en la certeza de que en breve ellos estarán también sirviendo al Señor Jesús.
La canción que marcó mi segundo día en la Universal fue “Harapo de gente”, de Jota Neto. La letra de la canción realmente era lo que yo estaba viviendo. Pero, gracias a Dios, Él me salvó.
Ana Maria Cavalcanti Dantas